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Milicianas: La exclusión de las combatientes republicanas en la Guerra Civil española

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HISTORIA

Milicianas: La exclusión de las combatientes republicanas en la Guerra Civil española

14/04/2023
19 min.

Las imágenes de las milicianas continúan hoy en día ocupando un lugar destacado en los discursos sobre la Guerra Civil, haciéndose incluso virales en las redes sociales y constituyendo un elemento de la memoria histórica, en cierto modo, crítico. Fotografías como la de Marina Ginestà, cuyo retrato con un fusil al hombro en una azotea de Barcelona inmortaliza uno de los rostros más representativos de la Guerra Civil a pesar de que jamás luchó en el frente, contribuyeron —y contribuyen— a construir la imagen mitificada de la miliciana española, fenómeno que sigue ocurriendo en otro tipo de conflictos, como en el caso, por ejemplo, de las guerrilleras kurdas.Martínez, L. (2017), Pasamontañas, hiyabs y capitalismo baboso. Antipersona.1

Fotografía de Hans Gutmann. La miliciana Marina Ginestà posa con 17 años en la terraza del hotel Colón de Barcelona, el 21 de julio de 1936.

Las organizaciones de la izquierda obrera, en especial durante los primeros meses de conflicto, realizaron un llamamiento masivo al frente, en el que la figura de la miliciana constituyó un eje principal de su campaña, al menos hasta 1937. Para finales de 1936, el papel de la miliciana cambió radicalmente, confinándola de nuevo a la retaguardia, llegando a ser estigmatizada como prostituta por parte de ambos bandos.

Las diferentes investigaciones realizadas desde la historiografía no llegan a concretar el porqué de ese cambio de paradigma en cuanto a la percepción social y política de la miliciana. Algunas obras, como De protagonistas a represaliadas: la experiencia de las mujeres republicanas,Capel Martínez, R.Ma. (2008), «De protagonistas a represaliadas: la experiencia de las mujeres republicanas». Cuadernos de Historia Contemporánea.2 esbozan que la causa se encontraba en el Decreto Ley firmado por Largo Caballero en octubre de 1936, pero, revisando el documento, no se encuentra realmente ninguna referencia explícita a las milicianas, tan solo a la regularización de las Milicias Populares.

Dado que la expulsión de las milicianas del frente no es aparentemente una cuestión legal en sentido estricto, surgen las primeras cuestiones: ¿Por qué al comienzo de la guerra las milicianas eran alabadas y las mujeres que así lo decidieron llegaron a ocupar un lugar reconocido en el frente, y, sin embargo, a finales del mismo año del levantamiento eran ya percibidas socialmente como «malas» mujeres? ¿Qué causó este cambio? ¿Cómo evolucionó el papel de la miliciana en el frente de batalla durante los primeros meses de conflicto?

La historia de la Guerra Civil desde la perspectiva de género

El interés por el papel de las mujeres y la perspectiva de género en la Guerra Civil es relativamente reciente con respecto al conjunto de la bibliografía existente sobre este conflicto. Las interpretaciones y las lecturas de cada uno de los textos dependen de la posición desde la que se ha escrito o producido, pues existe literatura que abarca ambos bandos. Pese a ello, la producción historiográfica durante los últimos años ha sido muy intensa. En particular, la última década del siglo pasado ha proporcionado importantes aportaciones a este campo, y en especial sobre la figura de las milicianas, en estudios que han sido muy reveladores y han ido profundizando cada vez más en este icono clásico de nuestra historia reciente. Con la entrada de los años noventa y la emergencia de nuevos enfoques historiográficos, los sujetos individuales tomaron más importancia en las historias, y se diversificó también el sujeto histórico merecedor de atención y análisis. Las historiadoras feministas, interesadas en el papel de las mujeres en la contienda, han sido quienes han marcado una nueva manera de tratar la historia, basándose a menudo en los testimonios orales de las supervivientes y adoptando una metodología cualitativa que ha enriquecido nuestro conocimiento y comprensión del complejo fenómeno de la Guerra Civil.

Estudios pioneros como el de Las mujeres y la guerra civil española, editado por el Instituto de la Mujer en 1991, o «Milicianas» and Homefront heroines: Images of women in revolutionary Spain (1936-1939), de la historiadora irlandesa Mary Nash, inauguraron un nuevo terreno historiográfico. En su libro, Nash analizó el papel combativo de las mujeres en la Guerra Civil española, el cambio en los roles de género asociado a esta nueva función y, también, cómo este rápido cambio en la imagen social de las mujeres afectó directamente a la construcción social de la feminidad en tiempos de agitación. Nash resaltó que, aunque se tratara de una situación excepcional, el análisis de estos aspectos ayudaba a comprender mejor la evolución de los ideales de género y los patrones de comportamiento desde este punto de vista en la historia contemporánea.

En sus primeros trabajos sobre el tema, Mary Nash hizo hincapié en cómo la imagen de las mujeres cambió radicalmente tras el estallido de la guerra, pasando de configurarse como ama de casa —la figura del ángel del hogar— a resaltar otros valores y proyectar otro modelo de feminidad que reivindicaba un papel en el conflicto bélico. Nació así la figura de la miliciana:

En las primeras semanas de la guerra, las mujeres aparecían con frecuencia en el imaginario y la retórica revolucionaria y bélica y surgió un nuevo imaginario social que modificó la representación tradicional de la mujer como la «perfecta casada» y el «ángel del hogar». La representación de la mujer cambió radicalmente proyectando la imagen de una mujer activa, decidida, emprendedora y entregada al esfuerzo bélico. […] Por ejemplo, un conocido cartel de Arteche muestra a una miliciana vestida con un mono azul con un arma en la mano en alto y milicianos populares marchando con sus banderas al fondo. La miliciana afirma persuasivamente: «La milicia te necesita».Nash, M. (1991), «’Milicianas’ and Homefront Heroines: Images of Women in Revolutionary Spain (1936-1939)». History of Eurepean Ideas.3

Cristóbal Arteche, «Les milicies, us necesiten!», 1936

En su obra publicada en 1999, Rojas: Las mujeres republicanas en la Guerra Civil, Nash no solo centró el estudio en el papel de las mujeres durante el conflicto, sino que se apoyó en testimonios orales recogidos desde 1976 para trazar una línea que explicase el papel y la experiencia de las milicianas con relatos en primera persona, mostrando problemáticas novedosas como la cuestión de la prostitución en el frente y como esta afectó a las mujeres:

Para el otoño, el problema de la prostitución se había vinculado inextricablemente a la presencia de las mujeres en los frentes de combate. De ese modo, la nueva acusación, más ambigua, de que las milicianas estaban actuando como prostitutas, fue decisiva para desacreditarlas y motivar la demanda popular de que fueran expulsadas de los frentes. Se ordenó que las mujeres regresaran inmediatamente antes de que la enfermedad venérea se extendiera más. Esta acusación recibió una gran atención informativa tanto en la prensa republicana como fascista y fue un instrumento sumamente eficaz para confinar a las mujeres a la retaguardia. La equiparación de la figura de la miliciana con la prostituta se generalizó a principios de 1937.Nash, M. (1999), Rojas. Las Mujeres Republicanas En La Guerra Civil (pensamiento). Taurus.4

Las aportaciones de Mary Nash fueron novedosas historiográficamente hablando, ya que colocaban a las mujeres en el centro del relato. A partir de los años noventa, las publicaciones en torno al papel de las mujeres antes y durante la guerra aumentaron exponencialmente, en especial aquellas que analizaban la posición social de la misma y los cambios político-sociales acontecidos durante la Segunda República. Ana Martínez Rus publicó en 2014 el artículo Mujeres y guerra civil: un balance historiográfico, en el que estudiaba y presentaba las distintas publicaciones que analizaron el papel femenino en la Guerra Civil durante los diez años anteriores, concluyendo que los estudios predominantes eran aquellos que examinaban el papel de las republicanas, anónimas o famosas, durante la contienda, comenzando su recorrido desde Nash, hasta biografías, análisis de fuentes locales, textos sobre la situación de mujeres públicas en la guerra o, incluso, las violencias ejercidas sobre las mismas durante el conflicto. Estos relatos, generalmente centrados en mujeres republicanas, se explican con relación al papel que ellas mismas desempeñaron durante la contienda, a través de discursos emancipadores que se reflejarían en las diferentes asociaciones políticas y sindicales que contribuyeron al esfuerzo bélico de la República.Martínez Rus, A. (2014), «Mujeres y Guerra Civil: un balance historiográfico». Studia Histórica.5

Mujeres y Segunda República

Tras estas aportaciones pioneras de Nash, la Segunda República se tomará como punto de partida para el análisis del papel de las milicianas, ya que este periodo planteó una serie de cambios políticos que, durante la guerra, se tradujeron en nuevas esperanzas para las combatientes. Por ejemplo, la historiadora granadina Mónica Moreno Seco en Las mujeres de la República y la Guerra Civil desde la perspectiva democrática actual, realizó una reflexión alejada de las vivencias de las mujeres durante la República y la Guerra Civil, centrándose en la construcción de la memoria, planteando qué elementos se recuerdan de ellas.

Moreno Seco expone que tradicionalmente se recuerda a las mujeres, de manera individualizada, como víctimas o heroínas de los años 30, relacionado inevitablemente con una limitada percepción de la participación de las mismas en el ámbito público y en la política. De esta manera, se refuerzan los mitos y los estereotipos en la construcción de la memoria, mientras se dejan en un segundo plano elementos fundamentales de la realidad social y política y se simplifica el recuerdo del pasado.Moreno Seco, M. (2007), «Las mujeres de la República y la Guerra Civil desde la perspectiva democrática actual». Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea.6

A su vez, existe bibliografía sobre la construcción de la masculinidad y el hombre en el frente, como La reafirmación de la masculinidad en la cruzada franquistaVincent, M. (2006) «La reafirmación de la masculinidad en la cruzada franquista».Cuadernos de Historia Contemporánea.7 de Mary Vincent, que analiza cómo el arquetipo masculino del hombre soldado creado en la Primera Guerra Mundial impregnó las nuevas ideas de masculinidad, en especial asociándose a la figura del nuevo hombre falangista. La autora destaca que este culto a la belleza masculina, la hermandad y la camaradería fue fundamental en la movilización del bando franquista, aunque posteriormente se abandonaron dichos ejes para favorecer una hermandad fascista a favor de comunidades verticales y de linaje, basadas en el paternalismo del Nuevo Estado. En la misma línea de investigación, Nerea Aresti publicó en 2014 «The Battle to Define Spanish Manhood», recogido en Memory and Cultural History of the Spanish Civil War. Realms of Oblivion,Aresti, N. (2014), «The Battle to Define Spanish Manhood». En Memory and Cultural History of the Spanish Civil War, editado por Aurora Morcillo, 93, pp. 147-177, Brill.8 en el que analiza los ideales masculinos que se enfrentaron en la Guerra y, en especial, dentro del bando franquista, los modelos falangista y nacionalcatólico. En una línea similar de análisis, Jorge Marco publicó en 2021 Paraísos en el infierno. Drogas y Guerra Civil española en el que analiza la construcción de la masculinidad durante y tras la Guerra Civil, a través del consumo de drogas, planteando una transversalidad en la construcción de las diferentes masculinidades durante la guerra.

Si bien es cierto que muchas autoras han partido en sus trabajos de la politización de la mujer en la Segunda República para poder contextualizar su participación en la Guerra Civil, resulta relevante resaltar que los análisis sobre las mujeres en la guerra suelen girar en torno a tres ejes claves: su papel como milicianas y su posterior demonización (aunque sin profundizar en el porqué de esta última cuestión), en biografías o testimonios de las mujeres combatientes y, por último, los análisis de las diferentes asociaciones políticas femeninas, tanto del bando sublevado —en especial la Sección Femenina— como del republicano.

Las diferentes biografías y autobiografías publicadas a lo largo de los años constituyen también un punto de análisis fuerte de la historiografía que rodea a las mujeres combatientes, así como el análisis de las diferentes asociaciones femeninas y feministas desde los años de la República. Sin embargo, el papel de las milicianas en la Guerra Civil es, sin lugar a duda, el abordaje más recurrente a la hora de estudiar la presencia de las mujeres en el conflicto. Esta cuestión ha sido abordada tanto desde puntos de vista mitificadores de su labor y significado en la guerra, como desde perspectivas desmitificadoras; tanto atendiendo a sus funciones en la retaguardia como a su representación en la propaganda política, o al proceso de demonización tras los decretos de Largo Caballero, aunque la mayoría de los textos no acaban de profundizar en el porqué de este hecho, motivo que impulsa esta investigación.Este artículo presenta una síntesis reducida de mi trabajo de investigación de fin de máster, Milicianas: la exclusión de las combatientes republicanas.9

Las milicianas: auge y caída

Como ya se ha comentado, la manera de presentar a las milicianas en los diferentes estudios y publicaciones se basaba, hasta los años noventa, en la mitificación de esta figura bélica, acompañada de uno o varios nombres propios. Posteriormente, el halo mistificador que rodeaba a la mujer combatiente se fue disipando para tratar de presentar investigaciones que mostrasen la realidad —siempre condicionada por el contexto que rodea dicho trabajo— de las milicianas y su papel en el frente y la retaguardia de la Guerra Civil. Esta dicotomía en el estudio de la miliciana —además de la enorme cantidad de publicaciones al respecto— denota la necesidad de presentar las investigaciones con enfoques más novedosos y plantear el fenómeno de la miliciana como un hecho histórico ligado a una contienda bélica.

Por ello surge esta investigación, basada en las publicaciones de medios como La Voz y Milicia popular: Diario del 5º Regimiento de Milicias Populares y las revistas Estampa, Crónica, Mundo Gráfico y Mi Revista, esenciales durante el periodo de guerra. La selección de estos medios se realiza con base en, no solo su importancia histórica, sino también atendiendo a la temática de cada uno de ellos, a pesar de que la línea ideológica entre todos ellos sea bastante cercana debido a la escasez de medios falangistas durante el periodo elegido. De esta manera, comparando entre medios de carácter diario, medios semanales cuyo contenido era más cercano a entretener a las masas populares y medios culturales, se puede llegar a comprender mejor el simbolismo de la imagen de la miliciana durante los primeros meses de contienda, así como su carácter propagandístico y, a través de todo ello, poder llegar a explicar, en un principio, su paulatina retirada del frente hacia la retaguardia durante el inicio de 1937, cuando la necesidad de mano de obra era más urgente que motivar a las masas a través de la imagen de la mujer moderna.

Tras el análisis de 514 piezas informativas, entre las que al principio abundan fotorreportajes, entrevistas y diversas alabanzas a las mujeres combatientes, en especial por parte de las revistas (cuyas informaciones eran mucho más interpretativas), nos encontramos con que, tras el Decreto Ley de Largo Caballero, que ordena la militarización de las Milicias Populares, es posible descartar la idea de que esta fue la causa directa de la expulsión de las milicianas del frente de batalla. Esta última conclusión viene también avalada por el hecho de que, antes de octubre de 1936, los medios de información general ya abogaban por que la mujer acudiese a la retaguardia a cubrir los puestos de trabajo, mientras que los hombres eran presionados para combatir en el frente. Esa razón económica estaba ya presente. Sin embargo, la lógica de que debían ser las mujeres las que facilitaran esa mano de obra lejos del frente y que los hombres debían ser los que empuñaran las armas respondía, antes y después del decreto de Largo Caballero, a una visión de género determinada y a una concepción normativa de cuál era el sitio de hombres y mujeres en el mundo.

Las múltiples referencias al esfuerzo de las mujeres en la retaguardia, de su valentía y maternidad para cuidar a los hijos de los milicianos, así como las numerosas escenas de la vida en las ciudades en las que, generalmente, la mujer era la protagonista, contribuyeron a que la miliciana, poco a poco, dejase de ser el eje principal de las informaciones que hacían referencia al papel de las mujeres en la guerra.

Los contrastes y los cambios a la hora de representar a las mujeres en la guerra apuntaban a visiones confrontadas del género y del papel de las mujeres en la sociedad y en la política. Las imágenes y relatos de las mujeres en la retaguardia no fueron más que una perpetuación de los roles de género, mientras que los de la miliciana, del fusil en mano, supondrían un desafío a esos papeles sociales preestablecidos. Con el estallido de la guerra, la miliciana surgía como excepción enmarcada por el nuevo panorama bélico, representando los valores esenciales que los partidos progresistas de la Segunda República habían tratado de transmitir durante sus años de gobierno y que, con la sublevación militar, se encontraban no solo cuestionados, sino fatalmente amenazados. En un primer momento, la imagen de la miliciana no constituyó un cambio real en las percepciones sociales respecto a los hombres y mujeres, sino que fue percibida como una figura necesaria —política y socialmente— en un contexto de violencia, una especie de representación humana de los ideales republicanos (o la aspiración de estos). Sin embargo, con el paso de los meses de guerra, este reclamo propagandístico pareció perder eficacia, o quedó relegado frente a la necesidad de restablecer el orden de las cosas y hacer frente también a las necesidades de una economía de guerra, a la inminente necesidad de mano de obra para seguir produciendo en la industria, servicios, y otros sectores. El discurso entonces dio un giro dramático resucitando la figura de la mujer débil —reclamo para defender la patria y a las mujeres y niños— pero a la vez se combinaba con su abnegación, serenidad y valentía para permanecer en la retaguardia —trabajando— por el bien de la libertad, realizando tareas como la de enfermera o la de cuidadora. Paradójicamente, esto abría paso a que las mujeres accediesen a trabajos tradicionalmente masculinizados, como la construcción o la conducción de maquinaria, hecho que también fue reflejado de manera positiva en las informaciones.

La miliciana ya no era necesaria en el frente, la moral del pueblo se mermaba progresivamente —factor que queda reflejado en el tono cada vez más pesimista de las publicaciones— y la figura ilusoria creada durante los primeros meses de guerra, la de la nueva mujer que evocaba los valores del republicanismo y de la futura España, quedó relegada a un segundo plano siendo sustituida por la imagen de la mujer en la retaguardia, trabajando en la construcción, en los sanatorios o en las escuelas para niños refugiados, dando respuesta al nuevo contexto de guerra que necesitaba fuerza de trabajo y no solo propaganda.

A modo de cierre

Con el estallido de la Guerra Civil, los horizontes revolucionarios planteados durante la Segunda República se ampliaron. La sensación de que todo nuevo comienzo era posible, que existía una posibilidad real de ganar la contienda y con la victoria cambiar el mundo, inundó los medios y los carteles propagandísticos. El final de la guerra no estaba escrito, y un futuro abierto alimentó las expectativas de mujeres y hombres en aquel contexto. Las Milicias Populares, surgidas en estos primeros meses de conflicto y formadas por voluntarios, fueron la representación de esa posibilidad de que la revolución fuera factible. Las milicianas, mujeres voluntarias que se alistaron junto con los hombres en las milicias organizadas fuera de los cauces oficiales, fueron el reflejo de estos ideales y una figura que encarnó la esperanza de cambio. Sin embargo, esa esperanza popular se fue apagando según avanzó la guerra civil y, con ella, también fue desapareciendo la propia figura de la miliciana.

Una vez cumplido el cupo o las expectativas producidas por la figura de una mujer empuñando un fusil y de haber realizado la correspondiente campaña propagandística, los medios fueron introduciendo poco a poco la idea de la importancia de las labores de la retaguardia, equiparando las funciones realizadas en la sociedad civil y en los distintos frentes de batalla. Ambas eran, se decía, igualmente importantes, pero su significado en términos de género era bien distinto. Las labores en la retaguardia recayeron íntegramente sobre el cuerpo de las mujeres —que no abandonaron en ningún momento el rol de cuidadora— y los medios de comunicación abordaron este hecho de manera eficaz, destacando la heroicidad de las mujeres que ofrecían su fuerza de trabajo a la causa republicana. Esta heroicidad comenzó a ser leída también en términos distintos según viniera de un hombre o de una mujer.

A partir de los primeros meses de 1937, los medios de información general apuestan por enfocar sus noticiarios en informaciones de una actualidad más cercana, abandonando el tono propagandístico para centrarse en la crudeza cotidiana de la guerra, mientras que los medios de información más especializada mantienen durante más tiempo las informaciones sobre las mujeres en la retaguardia —probablemente por el tipo de lectores que apuestan por sus noticias— dedicando espacio a las enfermeras, a las mujeres en las fábricas, aquellas que suministran ropa y víveres para los combatientes e, incluso, a las mujeres en los frentes que cuidan a sus camaradas.

Y, aunque los medios de comunicación, en especial la prensa escrita, son un buen reflejo de la realidad social que abordan en sus informaciones, también son factores que producen relatos creando, en mayor o menor medida, diferentes subjetividades, por lo que resulta interesante acudir a ellos para contrastar las diferentes percepciones de la realidad y las diferentes maneras de enfocarla.

Notas:

  1. Martínez, L. (2017), Pasamontañas, hiyabs y capitalismo baboso. Antipersona.
  2. Capel Martínez, R.Ma. (2008), «De protagonistas a represaliadas: la experiencia de las mujeres republicanas». Cuadernos de Historia Contemporánea.
  3. Nash, M. (1991), «’Milicianas’ and Homefront Heroines: Images of Women in Revolutionary Spain (1936-1939)». History of Eurepean Ideas.
  4. Nash, M. (1999), Rojas. Las Mujeres Republicanas En La Guerra Civil (pensamiento). Taurus.
  5. Martínez Rus, A. (2014), «Mujeres y Guerra Civil: un balance historiográfico». Studia Histórica.
  6. Moreno Seco, M. (2007), «Las mujeres de la República y la Guerra Civil desde la perspectiva democrática actual». Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea.
  7. Vincent, M. (2006) «La reafirmación de la masculinidad en la cruzada franquista». Cuadernos de Historia Contemporánea.
  8. Aresti, N. (2014), «The Battle to Define Spanish Manhood». En Memory and Cultural History of the Spanish Civil War, editado por Aurora Morcillo, 93, pp. 147-177, Brill.
  9. Este artículo presenta una síntesis reducida de mi trabajo de investigación de fin de máster, Milicianas: la exclusión de las combatientes republicanas.