I. Introducción al texto
El 1 de julio de 1974, hoy hace 50 años, moría Juan Domingo Perón, (1895-1974), una de las personalidades más importantes de la historia de Argentina desde que triunfara en las elecciones presidenciales de 1946. Sus políticas y su doctrina se convirtieron, desde entonces, en objeto de polémica y eje rector de la política argentina hasta el presente, dividiendo al país con la famosa «grieta» social entre peronistas y antiperonistas.
Con el auge de Perón y el peronismo en los años 40, el hasta entonces importante Partido Comunista de la Argentina se vio rápidamente desplazado en el movimiento obrero por sectores afines al peronismo, cuya política interclasista aunó bajo el mismo paraguas a distintos sectores de la burguesía y de la clase obrera, apuntalando en ella una burocracia sindical «amarilla» y cediéndole ciertas mejoras materiales con la construcción de un Estado del Bienestar sobre la base ideológica (en materia de políticas sociales y económicas) de «tercera posición», lo que le ganó la caracterización de fascista y socialista a partes iguales, según quién lo criticase.
La complejísima historia del peronismo, con sus ramificaciones de todo tipo, desde la fascista y anticomunista Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), que libró una guerra civil terrorista contra la clase obrera en los años 70, hasta la agrupación guerrillera de orientación socialista Montoneros, pasando por el histórico Parido Justicialista, es inabarcable en esta introducción. El artículo que presentamos a continuación, sin embargo, da unas pinceladas sobre la esencia del peronismo y el rol que jugó en los años 60 y 70; un análisis imprescindible para entender la política contemporánea de la Argentina.
El autor del artículo, Domingo Menna (1947-1976), fue militante y dirigente del PRT-ERP (Partido Revolucionario de los Trabajadores – Ejército Revolucionario del Pueblo). El PRT se fundó en 1965 con la fusión de dos organizaciones de tendencia trotskista, si bien en el IV Congreso de 1968 se propusieron «formular una política auténticamente marxista-leninista», «Documento del IV Congreso. El único camino hasta el poder obrero y el socialismo», 1968. 1 lo que acabó por saldarse con la escisión de los sectores trotskistas ese mismo año (y, en 1973, con la escisión de la Fracción Roja, también trotskista). Se hizo notar, aun así, la influencia del trotskismo en su seno, así como de otras corrientes como el maoísmo o el guevarismo. En un importante intento de recuperación del pensamiento y de la política leninista, y de incorporación y superación crítica de todas aquellas corrientes, el PRT formula en su IV Congreso las líneas estratégicas que marcarán su recorrido en la lucha armada revolucionaria, al calor de la triunfante revolución cubana, de la guerra de Vietnam, y de los procesos revolucionarios armados que se desarrollaban en América Latina en la misma época.
Ya desde joven, Menna fue dirigente estudiantil en Córdoba, donde participó activamente en el Cordobazo en 1969. Un año antes, en 1968, participó del IV Congreso del PRT, donde se mostró partidario de la lucha armada contra la entonces dictadura de Juan Carlos Onganía (1966-1973), y organizó los primeros comandos guerrilleros del PRT, que serían los gérmenes del futuro Ejército Revolucionario del Pueblo, fundado en el V Congreso del PRT el año 1970.
Fue detenido y torturado en 1971, encarcelado en el Penal de máxima seguridad de Rawson junto a otros dirigentes de su partido, en la que organizó una fuga masiva de presos políticos del PRT, las FAR y Montoneros, que resultó parcialmente exitosa, pudiendo escapar y exiliarse en la Cuba revolucionaria él y otros dirigentes del PRT como su secretario general Roberto Santucho. Esta acción fue respondida por parte de la dictadura con la masacre de Trelew, uno de los primeros actos del terrorismo de Estado que pocos años más tarde se desataría como máxima expresión de la barbarie.
Los años más crudos de la represión empezaron en 1974, ya en democracia bajo el gobierno de Isabel Perón, dos años antes del nuevo golpe que instauraría la dictadura cívico-militar de Videla y compañía, que se saldó con la desaparición, la tortura salvaje y el asesinato de 30.000 militantes y simpatizantes de grupos de izquierda y revolucionarios. Asediados por la brutalidad de la represión, varios miembros de la conducción del PRT-ERP organizaron la salida de Santucho y otros militantes al exterior. El 19 de julio de 1976, sin embargo, en un allanamiento del ejército a un departamento en el que se presumía actividad subversiva, se encontraron con Santucho y Benito Urteaga, que fueron muertos en combate, mientras que Domingo Menna, Ana María Lanzilotto, y la compañera de Santucho Liliana Marta Delfino, allí presentes, fueron secuestrados, torturados y desaparecidos. Cayeron así los principales cuadros dirigentes del PRT-ERP, que no lograría recuperarse y acabó disolviéndose pocos años más tarde.
La compañera de Domingo Menna, Ana María Lanzilotto, fue secuestrada estando embarazada, y su hijo fue robado como el de tantas otras madres desaparecidas. A sus 40 años de edad, en 2016, Maximiliano Menna fue identificado como el nieto desaparecido número 121.
El artículo que presentamos a continuación es, sin duda, uno de los análisis más lúcidos que uno puede encontrar en aquella época. El lector notará que al artículo le sobrevuela el temor de un posible golpe de Estado militar, hecho que se consumaría dos años más tarde, el 24 de marzo de 1976. Con qué precisión Domingo Menna logró analizar la coyuntura tras la muerte de Perón lo demuestra su rotunda afirmación, que se vio demostrada por los hechos, de que se acercaba aceleradamente un giro contrarrevolucionario del gobierno como consecuencia de la crisis que este hecho desataba en su seno. De hecho, ya en 1974 empezó el viraje reaccionario con el inicio del accionar sistemático de la Triple A y del terrorismo de Estado, que acabaría por tomar la forma de gobierno cívico-militar tras un golpe del Ejército, exactamente como se predice en este mismo artículo.
En cualquier caso, lo genial de este texto no es solamente lo acertado de su análisis de coyuntura, sino las reflexiones y los análisis que hoy en día siguen siendo vigentes. En un contexto como el presente, en el que tanto en Latinoamérica como en Europa vuelve a ponerse sobre la mesa la retórica de los «frentes populares» y de la «unidad» de la izquierda, es de especial interés la crítica que desarrolla Menna a la alianza de las fuerzas revolucionarias del proletariado con los sectores «democráticos» de la burguesía.
Adelante, compañeros,
hasta vencer o morir
por una Argentina en armas
¡De cada puño un fusil! Marcha del ERP. Puede escucharse aquí. 2
Domingo Menna y Ana María Lanzilotto junto a su primer hijo, Ramiro Menna.
II. Perón ha muerto, ¿y ahora qué? (PRT-ERP)
Al cierre de la presente edición se conoció la noticia de la muerte del Presidente de la República, General Perón. Ante este hecho, la pregunta que surge es: ¿Y ahora, qué pasará? ¿Cambiará la situación? ¿Cambiarán las perspectivas?
Nosotros pensamos que en el grado actual de desarrollo de la lucha de clases, con un potente movimiento de masas en auge que va dejando rápidamente de lado la influencia de la ideología burguesa, en que el proyecto peronista ha fracasado, en que la burguesía y el Partido Militar tienen trazados sus planes estratégicos, la situación general básicamente no cambia. No cambia porque los bloques de clase están delimitados y en ese sentido no habrá modificaciones sustanciales.
Como nos enseña el marxismo, «la historia de toda sociedad hasta nuestros días no ha sido sino la historia de la lucha de clases». Esto significa que sobre la base de determinado desarrollo histórico, económico y social, de determinadas relaciones de producción, son las masas con sus luchas constantes y su organización las que modifican y determinan el curso de la historia.
Dentro de este marco, los individuos, en nombre de la clase que representan, juegan un papel cuya importancia está en relación directa con la situación política general en la que les toca actuar. Cuanto más agudo sea el enfrentamiento de clases antagónicas, cuanto más profunda la crisis de una de ellas, mayor relevancia adquirirá el papel del individuo en la historia.
1. La crisis burguesa
La situación coyuntural –en la cual se enmarca la muerte del General Perón– la podemos sintetizar en que la movilización de las masas contra los capitalistas, la burocracia sindical y la política gubernamental ha llegado a influir sobre el conjunto de la burguesía y ha introducido en su mismo seno la crisis.
Esta crisis se manifiesta en estos momentos fundamentalmente en la ausencia de una política gubernamental coherente y en visibles fisuras en el empresariado y en la burocracia sindical. Y, como ya señalamos en artículos anteriores, fue justamente en respuesta a esta crítica situación que el gobierno peronista convocó al acto del 12 de junio pasado con el propósito de obtener un nuevo plazo para sus ensayos contrarrevolucionarios. Esta concentración, repetimos una vez más, estuvo dirigida a las FF.AA. y a los norteamericanos, debido a que el gobierno se encamina hoy a buscar el apoyo del imperialismo yanqui como tabla de salvación que haga posible insistir en el actual intento de salvación capitalista.
La evolución de la lucha de clases argentinas se aproxima aceleradamente a un punto de viraje, al comienzo de una situación revolucionaria, que creemos se manifestará en lo inmediato en un notable auge revolucionario de la lucha obrera y popular, y se encaminará a grandes choques armados, a la ruptura de todo equilibrio social, a la generalización de la lucha revolucionaria en forma de guerra civil abierta.
2. La muerte de Perón y las perspectivas
En esta situación general, Perón jugaba un papel importante en la defensa de los intereses de la burguesía.
En el seno del pueblo, en su mayoría, ya se ha perdido la esperanza en la posibilidad de que el gobierno peronista pudiera tomar un rumbo que le favorezca. Es decir, ya se han frustrado totalmente las ilusiones de que Perón solucionaría los profundos problemas económicos y sociales de la clase obrera y el pueblo. Lamentablemente en el seno del campo progresista y popular, concretamente el populismo y el reformismo, siguen agitando el fantasma del golpe de la CIA, la derecha y los militares para encubrir su injustificable conciliación con la burguesía, expresada en el apoyo que brindan al gobierno contrarrevolucionario del peronismo.
Así, con esa política, dejan de lado los principios básicos del marxismo-leninismo; pretenden mejorar la fachada del gobierno peronista, comparándolo con la Unidad Popular de Chile y llaman a apoyarlo y defenderlo en los enfrentamientos inter-burgueses, haciendo de ello el eje central de su política, contribuyendo así con su prédica a la engañosa propaganda de la burguesía.
Lenin, en una situación mucho más confusa, refiriéndose al gobierno de Kerensky, en 1917, dijo: «A mi juicio, incurren en una falta de principios quienes se deslizan a las posiciones del defensismo o hasta un bloque con los eseristas, hasta el apoyo del gobierno provisional. Su actitud es totalmente equivocada, es una falta de principios». «No debemos apoyar el gobierno de Kerensky ni siquiera ahora. Es una falta de principios. Peguntarán: ¿no vamos a luchar contra Kornilov? ¡Por supuesto que sí! Pero no es lo mismo; hay aquí una línea divisoria y la traspasan algunos bolcheviques que caen en la “conciliación” y se dejan arrastrar por el curso de los acontecimientos».
En el campo enemigo, como dijimos, se vive una crisis. Perón justamente lo que intentaba hacer –y hasta cierto punto lo lograba–, era atemperara, suavizar, en definitiva prolongar esa crisis.
Ahora, con la muerte de Perón, esta crisis en la superestructura, las fisuras en el empresariado, en la burocracia sindical, se acelerarán y profundizarán. En este sentido las perspectivas generales estratégicas que viene señalando nuestro Partido, no cambiarán en lo esencial. Pero sí debemos estudiar con reflexión los plazos, es decir la aplicación en el tiempo de los planes del campo obrero y popular por un lado, y de los monopolios de la burguesía aliada del otro. Aquí sí habrá cambios. Pasado el primer momento, en que solo se habla públicamente de «consenso nacional», «unidad nacional», «seguir con la obra de Perón», etc., brotarán con gran virulencia todas las rencillas, disputas y contradicciones en la burguesía y en los monopolios en torno al poder político y económico, en otras palabras en cómo reprimir mejor y quién se quedará con la mayor tajada en el reparto de la torta. Y todos se verán obligados a acelerar sus planes.
Desde el punto de vista superestructural, estamos claros que marchamos, a corto o medio plazo, hacia un nuevo gobierno de carácter contrarrevolucionario. Que podrá adoptar distintas formas, pero que será necesariamente cívico-militar. Una de las variantes podría ser, por ejemplo, un cambio ministerial donde el peronismo –ahora sin Perón– actúe de mascarón de proa del dispositivo político-militar de la burguesía y de los monopolios. La clase dominante no tendrá más remedio que apoyarse en el Partido Militar, única fracción burguesa con cohesión y fuerza como para reemplazar a Perón en el papel de salvaguardar el sacrosanto capital.
Por eso, los preparativos de los militares son intensos; la burguesía clama por el aplastamiento de la guerrilla y las luchas obreras. En una palabra, los explotadores son conscientes del avance revolucionario y trabajan activamente en la preparación de la represión.
Cuando los militares declaman a los cuatro vientos que respetarán la institucionalidad y juran que se mantendrán dentro de los marcos de la Constitución, no hacen más que dejar implícito, que se harán cargo de la contrarrevolución, pero para ello necesitan el visto bueno, el beneplácito de la burguesía «democrática», o sea que exigen compartir la responsabilidad de una guerra que prevén dura y de la que serán brazo ejecutor. El mismísimo Lanusse se coloca a la ofensiva, dispuesto a jugar un papel relevante, y lo dice claramente en su carta a Isabel Perón.
Los políticos burgueses «liberales», lógicamente preferirían no recurrir a los militares, pero lo harán, necesariamente, pues no les queda otro camino. Es como cuando una persona recurre al dentista para sacarse una muela; no le gusta perderla, pero ante el dolor y el peligro de mayor infección –en este caso la guerrilla– se ve obligado a sacársela.
En el campo del pueblo se están generando y acumulando enormes energías revolucionarias que se activarán seguramente en las situaciones críticas que sobrevendrán próximamente, detonadas por la crisis económica-político-social del proyecto peronista y agravadas por la desaparición de su principal jefe.
Las posibilidades de una rápida acumulación y movilización de esas gigantescas energías revolucionarias de nuestro pueblo son muy serias y pueden resultar sorprendentes los ritmos y plazos de avance de las fuerzas revolucionarias.
Así están delimitados claramente los dos campos, enfrentados nítidamente en contradicción antagónica y para ningún marxista-leninista consecuente puede caber duda alguna.
Lamentablemente las direcciones reformistas y populistas, llevan agua al molino del engaño y la confusión. Siguen hablando de golpe y sabotaje, de gobierno popular, y se ha llegado a plantearle a Balbín y al gobierno un misterio de «amplia coalición», de «unidad nacional» entre todos los sectores, incluidas por supuesto las FF.AA. contrarrevolucionarias.
Se apoya al gobierno contrarrevolucionario, hoy con Isabel Perón al frente, con el argumento de enfrentar al golpe fantasma y preservar la institucionalidad.
Concluimos con un párrafo de Lenin que arroja luz sobre esta situación: «La revolución instruye a todas las clases con una rapidez y una profundidad desconocidas en épocas normales, pacíficas. Los capitalistas, mejor organizados, más expertos que nadie en materia de lucha de clases y política, aprendieron su lección más velozmente que los demás. Cuando vieron que la posición del gobierno era desesperada, recurrieron a un método que durante décadas, desde 1848, ha sido practicado por los capitalistas de otros países para engañar, dividir y debilitar a los obreros. Este método es el del llamado “gobierno de coalición”, o sea un ministerio mixto formado por miembros de la burguesía y por tránsfugas del socialismo» (Las enseñanzas de la revolución, Obras Completas de Lenin, tomo XXVI, página 316, Ed. Cartago).
No es este precisamente el camino que seguirán las masas, no este el camino de los revolucionarios. Ante la perspectiva de la nueva y profunda crisis que afecta al campo enemigo nuestra tarea es ponernos con más decisión y firmeza aún, al frente de las luchas del pueblo, determinados a combatir hasta la victoria.
Notas:
- «Documento del IV Congreso. El único camino hasta el poder obrero y el socialismo», 1968.
- Marcha del ERP. Puede escucharse aquí.