I. Introducción
Un 14 de junio de 1894, hoy hace 130 años, nacía en Moquegua, Perú, uno de los más destacados marxistas de América Latina: el pensador y revolucionario José Carlos Mariátegui. A pesar de su corta vida (murió el 16 de abril de 1930), fue uno de los primeros en introducir el marxismo en el continente americano y utilizó su método para analizar la realidad de su país en su influyente obra Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, que se convirtió en un clásico del estudio de la realidad latinoamericana en general y de su población indígena.
Fue fundador y secretario general del Partido Socialista Peruano en 1928, que adoptaría el nombre de Partido Comunista Peruano poco después de su muerte, y pasó a formar parte de la Internacional Comunista. Es conocida, al respecto, la polémica de Mariátegui con las posturas oficiales de la Internacional sobre el análisis de la realidad latinoamericana, y sus debates con otro histórico dirigente comunista, el argentino Victorio Codovilla. No es nuestra intención, en esta introducción, tomar partido por ninguna de las distintas posturas; creemos, simplemente, que es fundamental incorporarlas críticamente al análisis presente, recuperando lo justo y correcto de cada una de ellas.
Pocos años antes, en 1926, Mariátegui fundó Amauta, una revista cultural vanguardista en la que participaron algunos de los más destacados intelectuales y artistas latinoamericanos de la época, en la que arte, cultura y política formaban un todo indisoluble, y en la que orgullosamente reivindicaban el origen indígena a través de su cuidado aspecto estético.
Sintiéndonos, en PARA LA VOZ, humildes admiradores de todos los proyectos similares al nuestro que nos precedieron, consideramos Amauta como una de las revistas más importantes del siglo pasado en la que nos vemos, en cierta medida, reflejados. Es por eso que queremos rendir este pequeño homenaje a José Carlos Mariátegui y a su revista Amauta, recuperando aquí el breve artículo de presentación en el que expone los motivos y principios que impulsaron la creación de aquella revista.
II. Presentación de Amauta
Esta revista, en el campo intelectual, no representa un grupo. Representa, más bien, un movimiento, un espíritu. En el Perú se siente desde hace algún tiempo una corriente, cada día más vigorosa y definida, de renovación. A los fautores de esta renovación se les llama vanguardistas, socialistas, revolucionarios, etc. La historia no los ha bautizado definitivamente todavía. Existen entre ellos algunas discrepancias formales, algunas diferencias psicológicas. Pero por encima de lo que los diferencia, todos estos espíritus ponen lo que los aproxima y mancomuna: su voluntad de crear un Perú nuevo dentro del mundo nuevo. La inteligencia, la coordinación de los más volitivos de estos elementos, progresan gradualmente. El movimiento –intelectual y espiritual– adquiere poco a poco organicidad. Con la aparición de Amauta entra en una fase de definición.
Amauta ha tenido un proceso normal de gestación. No nace de súbito por determinación exclusivamente mía. Yo vine de Europa con el propósito de fundar una revista. Dolorosas vicisitudes personales no me permitieron cumplirlo. Pero este tiempo no ha transcurrido en balde. Mi esfuerzo se ha vinculado con el de otros intelectuales y artistas que piensan y sienten parecidamente a mí. Hace dos años, esta revista habría sido una voz un tanto personal. Ahora es la voz de un movimiento y de una generación.
El primer resultado que los escritores de Amauta nos proponemos obtener es el de acordarnos y conocernos mejor nosotros mismos. El trabajo de la revista nos solidariza más. Al mismo tiempo que atraerá a otros buenos elementos, alejará a algunos fluctuantes y desganados que por ahora coquetean con el vanguardismo, pero que apenas este les demande un sacrificio, se apresurarán a dejarlo. Amauta cribará a los hombres de la vanguardia –militantes y simpatizantes– hasta separar la paja del grano. Producirá o precipitará un fenómeno de polarización y concentración.
No hace falta declarar expresamente que Amauta no es una tribuna libre, abierta a todos los vientos del espíritu. Los que fundamos esta revista no concebimos una cultura y un arte agnósticos. Nos sentimos una fuerza beligerante, polémica. No le hacemos ninguna concesión al criterio generalmente falaz de la tolerancia de las ideas. Para nosotros hay ideas buenas e ideas malas. En el prólogo de mi libro La escena contemporánea, escribí que soy un hombre con una filiación y una fe. Lo mismo puedo decir de esta revista, que rechaza todo lo que es contrario a su ideología así como todo lo que no traduce ideología alguna.
Para presentar Amauta, están de más las palabras solemnes. Quiero proscribir de esta revista la retórica. Me parecen absolutamente inútiles los programas. El Perú es un país de rótulos y etiquetas. Hagamos al fin alguna cosa con contenido, vale decir con espíritu. Amauta por otra parte no tiene necesidad de un programa; tiene necesidad tan solo de un destino, de un objeto.
El título preocupará probablemente a algunos. Esto se deberá a la importancia excesiva, fundamental, que tiene entre nosotros el rótulo. No se mire en este caso a la acepción estricta de la palabra. El título no traduce sino nuestra adhesión a la raza, no refleja sino nuestro homenaje al incaísmo. Pero específicamente la palabra Amauta adquiere con esta revista una nueva acepción. La vamos a crear otra vez.
El objeto de esta revista es el de plantear, esclarecer y conocer los problemas peruanos desde puntos de vista doctrinarios y científicos. Pero consideraremos siempre al Perú dentro del panorama del mundo. Estudiaremos todos los grandes movimientos de renovación políticos, filosóficos, artísticos, literarios, científicos. Todo lo humano es nuestro. Esta revista vinculará a los hombres nuevos del Perú, primero con los de los otros pueblos de América, enseguida con los de los otros pueblos del mundo.
Nada más agregaré. Habrá que ser muy poco perspicaz para no darse cuenta de que al Perú le nace en este momento una revista histórica.