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HISTORIA, ACTUALIDAD, POLÍTICA

Presentación de
PARA LA VOZ

17.02.2023

14 min

I. De nuevo se levanta el viento del pueblo

Tanto el acorazado Potemkin como el crucero Aurora apuntaron sus cañones hacia el viejo mundo, y el atronar de sus disparos dio inicio a la sociedad soviética, cuyos últimos ecos se apagaron en el invierno de 1991. Mientras el mundo contemplaba el cadáver descompuesto del socialismo, los filósofos occidentales se apresuraron a declarar el fin de la historia. De acuerdo a esta soberbia interpretación, la etapa histórica que entonces comenzaba significaría el cese no solo de las guerras sino también de cualquier posibilidad de revolución. El desaliento caló profundamente entre los trabajadores y envenenó al movimiento revolucionario, y en cuestión de años las antiguas organizaciones de vanguardia se fragmentaron y vaciaron de contenido político real siendo en muchos casos reducidas a la marginalidad o simplemente destruidas. Como resultado, el marxismo se sumió en una intensa y prolongada crisis.

Pero al fin hemos tocado el fondo. Y comienzan a resurgir modestas iniciativas marxistas orientadas por ideales revolucionarios que se esfuerzan por deducir su trabajo de la máxima claridad en los conceptos. Cierto, hay colosales dificultades a las que todavía nos enfrentamos los marxistas y las clases dominantes trabajan incansablemente para impedir nuestro avance. No obstante, al fin se empieza a levantar una nueva brisa del pueblo, aún débil y dispersa, que revela que todavía es posible luchar para anular y superar el orden social capitalista.

Por este motivo, presentamos la revista PARA LA VOZ, cuya finalidad es la producción y puesta en circulación de ideas marxistas que permitan impulsar la causa de la clase trabajadora de nuestros días. Trabajamos para conciliar el periodismo y el socialismo científico, la popularización del marxismo y el rigor crítico, nuestro acervo revolucionario y la actualidad política. Queremos servir de atril para las distintas voces que se alzan en pro de la revolución y, por ello, editamos una revista independiente y abierta a la participación de quienes estéis interesados en promover las ideas de progreso y socialismo.

En adelante, mediante la concepción materialista de la historia, explicamos las determinaciones históricas del surgimiento de PARA LA VOZ y otros proyectos marxistas contemporáneos. Esto es, nos proponemos explicar las leyes y tendencias más generales que permiten desvelar las condiciones históricas del incipiente resurgir del marxismo. Solo así es posible esclarecer quiénes somos, de dónde venimos y, consiguientemente, cómo podemos organizar en el presente la fuerza social de la revolución.

II. Historia de la crisis del marxismo

A. Sobre las ruinas soviéticas

El alumbramiento de la civilización socialista estremeció y agitó la conciencia de los pueblos del mundo. Y pronto se demostró la necesidad histórica de una guerra a vida o muerte entre la formación social socialista y la capitalista, cuyas batallas más decisivas se libraron no solo en la arena política y militar sino, muy especialmente, en el campo de las ideas. En este contexto de crispación bélica, los líderes socialistas llegaron a creer que algunos aspectos centrales de la ideología capitalista eran verdaderos y que ellos mismos representaban un sistema comunista sin perspectivas de futuro, de tal modo que acabaron por cometer errores políticos e ideológicos de tal gravedad que no solo impidieron desarrollar el modo de producción comunista, sino que incluso reforzaron el viejo modo de producción capitalista en el seno de la sociedad socialista. Por lo tanto, en último término, el incipiente modo de producción comunista no colapsó por su propio desarrollo interno, sino que, por el contrario, fue derrotado por las fuerzas organizadas del capital.

El debilitamiento o la destrucción de las embrionarias relaciones de producción comunistas en las antiguas sociedades socialistas significó el inmediato deterioro de las capacidades combativas de las organizaciones obreras de todo el mundo. Vietnam o China son claros ejemplos de proyectos socialistas que abiertamente modificaron su rumbo para fortalecer las relaciones de producción capitalistas. Aunque lo cierto es que, en definitiva, el derrumbe de la Unión Soviética fue la razón más decisiva que finalmente provocó que el marxismo entrara en un profundo letargo, del que aún tardaría décadas en comenzar a reanimarse.

Al mismo tiempo, desde el comienzo de este enfrentamiento a escala mundial entre dos tipos de sociedad, en las formaciones sociales capitalistas la lucha de clases obligó a los burgueses y terratenientes a perfeccionar sus órganos estatales represivos así como su capacidad de producción ideológica. De este modo, pudieron recrudecer el combate contra los obreros revolucionarios. Así las cosas, con posterioridad a la desintegración forzosa de la Unión Soviética, los experimentados Estados capitalistas continúan sometiendo a las organizaciones obreras a una severa represión allí donde estas ponen en riesgo la subsunción de nuestras vidas a las leyes ciegas del capital.

En suma, el reciente desarrollo del marxismo está lastrado por el estrepitoso fracaso del primer gran proyecto socialista internacional y por un hostigamiento permanente a los socialistas que ha revestido un sinfín de formas —política, académica, mediática, estética— y al que apenas hemos podido ofrecer resistencia durante las últimas tres décadas.

B. Marxismos sin revolución

La crisis del movimiento obrero internacional se expresó principalmente en dos formas igualmente unilaterales de interpretar el marxismo:

Por un lado, muchos marxistas se afanaron en la creación de un marxismo de palabra, alejado de su necesario contenido práctico. Así creció una especie de marxismo torcido, personificado en académicos que, no estableciendo un principio de clase real en sus investigaciones, han pretendido hacer de este una pieza de museo, anticuada y deslucida.

Por otro lado, hubo marxistas que sufrieron una gran escasez de recursos materiales y culturales en una atmósfera de desalentadora derrota ideológica, e incluso bajo tales condiciones no cejaron en su empeño de dirigir a las masas trabajadoras a la lucha política. Pese a la adversidad a la que fueron sometidos, determinaron dirigir sus esfuerzos contra el viento y la marea de la ideología dominante, aunque no lograron así evitar que las incesantes oleadas de propaganda burguesa permeasen su propio sistema de ideas, cuyos conceptos y teorías pronto comenzarían a presentar signos de oxidación.

Después de varias décadas, estas dos formas de malinterpretar el marxismo han demostrado su esterilidad como fuerzas sociales. En esencia, el sistema marxista de ideas y de acción política, o logra unir la teoría y la práctica revolucionarias, o no posee la capacidad de transformar radicalmente la sociedad.

C. La polarización de las contradicciones imperialistas

Esta situación política e ideológica resultó idónea para el fortalecimiento económico global del modo de producción capitalista. En específico, los capitalistas financieros que ganaron la guerra fría y que se hallaban arraigados en el llamado mundo occidental experimentaron una elevada tasa de ganancia debido a que pudieron crear mercados —o acceder a ellos— en los espacios económicos anteriormente reservados a la planificación socialista centralizada. Gracias a lo cual los Estados Unidos de América sobresalieron como potencia hegemónica mundial sin encontrar apenas resistencia por parte de otros bloques imperialistas. 

Sin embargo, esta aparente pax burguesa liderada por el capital estadounidense, analizada atentamente, está conformada por inmensas contradicciones imperialistas. En primer lugar, después de varias décadas sin graves crisis económicas, estas nuevamente entraron en escena en el sistema capitalista mundial desestabilizando en mayor o menor grado las sociedades capitalistas de todo el planeta y avivando la rivalidad entre las distintas facciones internacionales de la burguesía. En segundo lugar, las guerras imperialistas —al igual que las crisis— permitieron reducir el exceso de capital y prevenir nuevas crisis, así como ampliar los nichos de mercado de los capitales victoriosos; todo ello a costa de convertir a amplias regiones del planeta en polvorines cuyo desarrollo es aún imprevisible. En tercer lugar, es especialmente importante el hecho de que se hayan alzado nuevos bloques imperialistas y que estos impongan límites al dominio unilateral del mundo por parte de Estados Unidos. A este respecto, piénsese, por ejemplo, en el creciente poderío financiero de China, en las aspiraciones de dominación militar de la clase burguesa de Rusia o en las inmensas potencias sociales de la India cuyos capitalistas desean aprovechar para prevalecer ante sus competidores. La multipolaridad política internacional, por lo tanto, aparenta ser verdadera igualdad entre las naciones, cuando en realidad no es más que una forma histórica del sistema imperialista mundial en la que, de nuevo, cada bloque imperialista lucha con sus propias fuerzas por dominar a los demás utilizando a la clase obrera como carne de cañón.

En este sentido, la República Popular China merece especial consideración por disputar la hegemonía global. Las relaciones de producción de los capitales chinos se han desarrollado de forma tan vertiginosa que, en un breve lapso histórico, han conseguido socavar los fundamentos económicos del dominio estadounidense del mundo. Para ello, China comenzó abaratando el capital variable para, de este modo, atraer los medios de producción necesarios para reducir el capital constante invertido en cada mercancía producida; con lo cual los capitales chinos contemporáneos logran producir mayor plusvalía relativa y, sobre todo, en numerosos sectores industriales han alcanzado una mayor productividad en relación con sus competidores occidentales que les reporta fabulosas ganancias extraordinarias.

Al igual que en el mundo occidental, en China existen las relaciones de producción capitalistas, ya sean estatales o privadas, y son dominadas por el capital financiero y ficticio. Y, en este aspecto, China constituye el principal bloque imperialista que se opone a la primacía de los Estados Unidos. Sin embargo, también surgen otros bloques financieros, cuyo ascenso implica una intensificación multilateral de las rivalidades entre las distintas facciones imperialistas. Estas tensiones emergentes se manifiestan con especial claridad en las guerras, en particular en la guerra en curso en territorio ucraniano entre los bloques imperialistas, por un lado, de Estados Unidos y sus aliados y, por otro lado, de la Federación de Rusia.

D. La bancarrota de la socialdemocracia contemporánea

Asimismo, en los países occidentales, las relaciones sociales imperialistas de nuestra época están caracterizadas por el deterioro acelerado del proyecto socialdemócrata y reformista. La estrategia política socialdemócrata, en esencia, aboga por el apaciguamiento de la lucha de clases a través de una serie de reformas que conservan el modo de producción capitalista mientras procuran satisfacer algunas de las necesidades más básicas de una parte de la clase trabajadora. Ahora bien, la viabilidad de esta estrategia depende en general de tres condiciones que no se dan actualmente en los países occidentales:

  1. Para implantar reformas favorables a los intereses de la clase obrera es necesario atravesar un periodo de prosperidad económica, de modo que la burguesía pueda conceder reformas sin que ello suponga su propia quiebra económica; pero esto no ocurre en el contexto de crisis económica en el que se hallan los capitales occidentales.
  2. El proyecto reformista requiere, además, de monopolios transnacionales de capitales financieros y ficticios lo suficientemente concentrados como para costear las reformas políticas sin soslayar su competitividad. Expresado con otras palabras, solo los mayores monopolios imperialistas que dominan en la esfera mundial de las relaciones de producción capitalistas poseen la capacidad de invertir en reformas populares sin por ello perder terreno ante la competencia. Sin embargo, gradualmente el capital chino se está apropiando de las ganancias extraordinarias mundiales que anteriormente se transferían a los monopolios occidentales, con lo que estos quedan debilitados y carecen de la posibilidad de destinar sus recursos a la llamada cuestión social.
  3. Las reformas son esencialmente el resultado de la propia lucha del proletariado a escala internacional y nacional. Sin embargo, en los últimos tiempos la clase obrera de los países occidentales se ha convertido en una clase social adormecida, cuyas relaciones internas son abstractas y carecen de los principios ideológicos y políticos necesarios para revertir la dominación de la burguesía.

El rápido deterioro de la socialdemocracia occidental conlleva una serie de fenómenos de enorme relevancia política. Cabe destacar la disminución de los recursos materiales distribuidos a la clase obrera y, además, la paulatina desaparición de los pequeños propietarios. Es decir, las capas superiores de la clase obrera pierden el sustento legal que las fijaba a esa posición y sus condiciones de vida se deterioran hasta asimilarse al reducido nivel del resto de los proletarios. Además, los trabajadores propietarios de un pequeño capital pierden el apoyo estatal que en el pasado fue importante para promover entre ellos la defensa del Estado capitalista; muchos de estos pequeñoburgueses quiebran perdiendo de este modo sus medios de producción y por lo tanto proletarizándose. Asimismo, gran parte de los pequeños propietarios que sí logran mantener su actividad económica o que crean nuevas empresas lo hacen a costa de subordinar sus proyectos a los capitales transnacionales que los contratan y ponen a trabajar como a cualquier otro proletario desposeído de propiedad privada.

E. Las condiciones subjetivas para el resurgir del marxismo

El principal resultado ideológico del desarrollo del imperialismo contemporáneo es la generalización de la disconformidad en relación con un aspecto u otro de la sociedad. La sensación de descontento y frustración ha calado entre gran parte del proletariado, en especial entre los trabajadores más perjudicados a quienes el capital priva diariamente de sus expectativas vitales: jóvenes, mujeres, trabajadores del campo, ancianos, personas marcadas por los prejuicios de género, etc. Por eso, muchos obreros y marginados de la producción sienten que el mundo está habitado por fuerzas descontroladas que deterioran permanentemente las condiciones materiales y espirituales de nuestras vidas.

Como es lógico, la decepción o el desencanto social son todavía sensaciones que no permiten definir por sí mismas un proyecto político emancipador. Además, sin cesar, aparecen en escena distintas opciones ideológicas que apelan precisamente a estos trabajadores hastiados y desamparados. La mayoría de estas ideologías propone conservar la formación social burguesa transformando tan solo algunas de sus formas: fortaleciendo la nación, aumentando los impuestos a los ricos, reduciendo las funciones del Estado en la economía, o cualquier otra reforma basada en el modo de producción capitalista. Ahora bien, mientras este circo ideológico entretiene a la clase trabajadora, las condiciones sociales también son relativamente favorables para organizarse y propagar las ideas de socialismo y revolución. Gracias a ello, constatamos esperanzados cómo cada vez más estudiantes y trabajadores adoptan y desarrollan la concepción materialista de la historia.

Este aún insuficiente giro cultural se expresa en el hecho de que, desde hace varios años, una serie de proyectos han surgido alrededor del mundo con el fin de reivindicar nuestro legado revolucionario. Se trata no solo de organizaciones estrictamente políticas, sino también de otros tipos de asociación, tales como editoriales, centros populares, talleres de lectura y debate, medios de comunicación y otros. Todos estos proyectos tienden a aborrecer el folclorismo, el dogmatismo, el sincretismo y, especialmente, el reformismo. Como definición positiva, el nexo que mantienen estas distintas organizaciones consiste en que todas ellas trabajan para desarrollar el marxismo y poder así esclarecer el fundamento teórico y práctico que en nuestros días permita la consecución de una revolución socialista.

III. Para la voz

Estas condiciones históricas sientan las bases para la constitución de nuevos órganos al servicio de la clase obrera que puedan promover el ideal socialista aprovechando las tendencias culturales que aún muy tímidamente comienzan a manifestarse como favorables a nuestra causa. Deseamos constituir un espacio de estudio y debate en el que se aborden de forma crítica los más diversos temas sociales —ciencias, filosofía, política, literatura, cine, moda, etc.— de tal modo que esta revista pueda contribuir en la batalla de las ideas en favor del movimiento obrero revolucionario.

Asimismo, nuestra revista está comprometida con la recuperación de aquellas obras de nuestra tradición que puedan resultar valiosas para la lucha ideológica de nuestros días. Por esta razón, hemos tomado de referencia algunos valores estéticos de un proyecto editorial histórico que nos ha servido de inspiración. En 1923, apenas un año tras la fundación de la Unión Soviética, se publicó en Berlín una recopilación de trece poemas en ruso compuestos por Vladímir Maiakovski e ilustrados por El Lisitski, quien a propósito de esta obra escribió: «Mis páginas [y mis diseños] acompañan a las poesías del mismo modo que un piano acompaña a un violín. Como un poeta que construye un edificio sobre la unidad del pensamiento y el sonido, yo quería lograr la unidad del poema y los elementos de la tipografía». El nombre que recibió este poemario es Para la voz ( Для голоса), y su finalidad fue la popularización de temas relacionados con el comunismo y la lucha obrera a través de formas artísticas novedosas. Compartimos esta forma de entender el arte y la divulgación y, por lo tanto, en nuestra revista también reflexionamos sobre la lucha de clases en su vinculación con los más actuales problemas de la cultura.

Por su parte, Maiakovski escribe versos sobre «nuestras doradas y resonantes voces», que son las voces del obrero organizado, de los marineros amotinados y decididos a poner su acorazado al servicio de la rebelión, de la campesina que celebra orgullosa el Primero de Mayo, o del hombre que antes que permitir que la ciudad hambrienta se rinda ante las fuerzas de la reacción es capaz de «mirar a la muerte con sus propios ojos, apenas pudiendo comer para no morir, y tender la mano con un puñado de migajas secas hacia la ciudad. ¡Pan! ¡Pan! ¡Pan!». En definitiva, la revista PARA LA VOZ está dirigida a quienes luchan por convertir las derrotas del pasado en el tronco de la victoria futura.

Para acabar, invitamos a todos aquellos que quieran participar en este proyecto a que nos contacten y, si así lo estiman conveniente, que nos comuniquen sus propuestas de colaboración. Pensamos que a medida que se desarrolle la lucha de clases muchos de nuestros caminos convergerán en las grandes alamedas por las que marcharemos prestos a asaltar el cielo. Para ello, es necesario emprender cuanto antes un trabajo colectivo para que se vuelva a escuchar en las calles la voz de revolución.