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Turbulencias financieras, turbulencias en la sociedad capitalista

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ECONOMÍA POLÍTICA, POLÍTICA

Turbulencias financieras, turbulencias en la sociedad capitalista

24/05/2023
12 min.

I. ¿Qué ocurre?

El pasado 10 de marzo, el Silicon Valley Bank (SVB) fue objeto de la mayor quiebra desde la caída del Washington Mutual en 2008. La Corporación Federal de Seguros de Depósitos de Estados Unidos (FDIC) tomó el control de la institución financiera después de anunciar ésta que había vendido con pérdidas gran cantidad de activos para poder pagar a sus depositantes. El banco californiano, con una amplia cartera de empresas tecnológicas start-up, generó con este anuncio pánico entre sus inversores y depositantes, dándose una corrida clásica de depósitos y una caída estrepitosa del precio de sus acciones. El resultado es la quiebra del 16º banco más importante de Estados Unidos, la segunda mayor quiebra bancaria de la historia del país.

¿La causa? El SVB había apostado por la compra de bonos de deuda del gobierno y paquetes hipotecarios, pero con el aumento de las tasas de interés impuesto por la Reserva Federal el valor de estos bonos cayó bruscamente. No existe riesgo de impago para las inversiones en valores gubernamentales —pues siempre pueden pagar imprimiendo más dinero—, o en paquetes hipotecarios a largo plazo que SVB y otros bancos han comprado. Sin embargo, la valoración en el mercado de estas hipotecas ha caído como consecuencia del aumento de los tipos de interés. El rendimiento de los activos comprados hace años es mucho más bajo que el rendimiento de las nuevas hipotecas, los nuevos pagarés y bonos del Tesoro. Cuando las tasas de interés suben, estos «antiguos valores» bajan de precio para rendir a los nuevos compradores en línea con las tasas de interés crecientes de la Reserva Federal. En el caso de activos privados, el aumento de los tipos de interés dificulta la obtención de liquidez y lastra las inversiones, reduciendo las posibilidades de pagar las deudas contraídas. Si aumenta la dificultad de pagar las deudas, los bonos y derechos de cobro de las mismas valen menos, pues la inversión en estos capitales ficticios es más arriesgada.

Según Konrad Alt, fundador de la gran asesoría financiera Klaros Group, los aumentos de las tasas de interés han barrido el 28% de todo el capital bancario desde finales de 2022, dado que «la industria bancaria está sentada sobre una tonelada de activos de bajo rendimiento». «Silicon Valley Bank collapses after failing to raise capital». Disponible aquí.1 La FDIC por su parte informó que los bancos estadounidenses registran 620.000 millones de pérdidas no realizadas; es decir, pérdidas que serían efectivas si vendieran ahora los activos con los que especulan esperando a que se revaloricen en el futuro «Remarks by FDIC Chairman Martin Gruenberg at the Institute of International Bankers». Disponible aquí.2.

Dada la gran interconexión existente en los mercados financieros, la situación desborda el ámbito del SVB, así como también el ya de por sí turbulento mercado tecnológico (según el portal TrueUp, en lo que va de año 253.585 personas se han visto afectadas por los despidos en empresas tecnológicas). Los precios de las acciones y los bonos de los bancos regionales de Estados Unidos se hundieron; dos días después de la quiebra del SVB, la FDIC cerró el Signature Bank, y el jueves 16 de marzo el First Republic Bank se asomó al abismo, pero fue rescatado antes del colapso con la intervención de numerosos prestamistas privados. Recientemente fue adquirido por JPMorgan, eso sí, siendo la Reserva Federal la avalista y el dinero público el garante de la operación. El sistema bancario está aprovechando los programas de préstamos de emergencia de la Reserva Federal, alcanzando solo en el mes de marzo los 300.000 millones de dólares prestados, cifra muy superior a la alcanzada en la crisis de 2008. El shock cruzó el Atlántico y el segundo banco más importante de Suiza, Credit Suisse, veía como sus acciones colapsaban en un 30%, lo cual provocó que el Banco Nacional Suizo abriera una línea de crédito de emergencia de 54.000 millones de dólares. Sin embargo, fue finalmente absorbido por su competidor UBS el 19 de marzo. En resumen, la recuperación de mediados de la década pasaba no auguraba una estabilidad longeva sino, tal como estamos viendo desde 2019, unas crisis ineludibles y cada vez más recurrentes.

II. ¿Por qué ocurre?

Según el economista Michael Hudson, la crisis de iliquidez de 2008 se salvó cargando la economía mundial con enormes deudas. Hoy descubrimos que los balances de cuentas que presentan estas grandes empresas no se corresponden con su realidad financiera. Los contables bancarios pueden fijar el precio de sus activos al «valor en libros» en función del precio que se pagó en la compra, sin tener en cuenta el valor real y presente de estas inversiones. En los últimos años las bajas tasas de interés inflaron los precios de los bonos y otras formas de capital ficticio, generando una hipertrofia de capital ilusorio e improductivo, el cual domina la economía capitalista mundial.

Una economía que se asienta sobre un esquema Ponzi, una estafa piramidal que fuerza a los Estados y sus bancos centrales a funcionar como avalistas y aseguradores de la especulación, de los capitalistas parasitarios y los rentistas. Los grandes oligarcas financieros, escarmentados tras lo ocurrido en los primeros meses de la Gran Recesión de 2008, donde se dejó caer a importantes instituciones financieras, reclaman la intervención del Estado para garantizar la continuidad de sus inversiones. Por su parte, gurús como el premio Nobel Joseph Stiglitz solicitan que exista una mayor regulación financiera, como si no estuviera de sobra demostrado que es una forma de pensamiento mágico; a ello sumemos que estos mercados financieros son las gallinas de los huevos de oro que financian campañas electorales, así como también programas políticos y militares.

La financiarización y la hipertrofia de los sectores económicos improductivos es una tendencia insalvable en la sociedad capitalista. ¿Y por qué? El capital industrial está inmerso en una vorágine competitiva que implica la tendencia a utilizar e invertir en tecnologías intensivas en capital, las cuales reducen el trabajo socialmente necesario y convierte a la fuerza de trabajo en una mercancía cada vez más superflua. La capacidad humana para trabajar es la única que puede generar nuevo valor y plusvalía, pues las máquinas son valor previamente realizado, que se transmite y se desgasta. Los aumentos de la productividad reducen el valor de los medios de producción y de la fuerza trabajo, y abaratan los productos, entrando en un círculo vicioso donde los aumentos de la productividad exigen subsiguientes incrementos de la productividad para compensar la pérdida de valor realizado. Algunas empresas o sectores particulares pueden contrarrestar por un tiempo esta tendencia, pero en cómputo global la rentabilidad de la actividad industrial tiende a bajar.

Al caer la rentabilidad el dinero queda inactivo, no compensa reinvertirlo en actividades productivas, por lo que se orienta a otras formas de obtener beneficio, como el rentismo, el crédito y la especulación. El dinero se autonomiza de los procesos productivos y de la riqueza objetiva, se desvaloriza y se convierte en capital ficticio, llegando incluso a desvincularse completamente de cualquier referencia objetiva, como era el oro hace medio siglo. Se genera el espejismo de que el dinero produce dinero por sí mismo. Llega un momento que el mercado depende fundamentalmente de los llamados derivados financieros y otros productos sin valor intrínseco, más allá de la convención sostenida en expectativas de (improbable) rentabilidad productiva futura y rendimientos inciertos de otros productos financieros. Tal como señala Bob Jessop, el dinero «no es una cosa, si no una relación social fetichizada con el potencial de generar crisis económicas, financieras y fiscales. De manera más precisa, no es una sola relación social, sino un complejo y contradictorio entramado de relaciones sociales» Jessop, Bob (2015). “Hard Cash, Easy Credit, Fictitious Capital: Critical Refleections on Money as a Fetishised Social Relation”, en Finance and Society, 1(1), p. 21.3.

La emisión constante de dinero sin respaldo, junto el endeudamiento cruzado de entidades financieras y Estados a nivel transnacional, ha inflado una burbuja gigantesca de activos, bonos y dinero sin valor, que polariza la política entre deudores y acreedores, y cuyos estallidos son salvados por los propios Estados y sus Bancos Centrales. Con el dinero desvalorizado los Estados han rescatado a corporaciones gigantescas y a la banca internacional en quiebra, o, en su defecto, han transferido dinero al circuito financiero para avalar absorciones e inversiones, minimizando los riesgos para el sector privado. Este a su vez re-presta ese dinero a esos mismos Estados, con el cual estos cubren parcialmente una demanda civil en forma de servicios públicos o infraestructuras, cuya base es también ficticia. A su vez, tienen que prorrogar o asumir nuevos préstamos con las mismas entidades financieras para pagarles sus deudas anteriores a sustanciosos intereses

¿La forma de cubrir las deudas? Recortar los derechos sociales y laborales de la clase trabajadora, sobreexplotar los recursos naturales, aplicar reformas fiscales regresivas, apropiase de bienes hipotecados, o privatizar las infraestructuras y empresas públicas. En otras palabras, intensificar la tasa de explotación de la clase trabajadora y practicar la desposesión más descarnada de la riqueza social y natural.

III. ¿Qué consecuencias políticas tiene?

Esta tendencia a la financiarización y desvalorización de la sociedad reduce el margen de posibilidad de las instituciones políticas homologadas por el capital y refleja, en resumen, la incapacidad y el agotamiento de la opción reformista del capitalismo. Si no hay una tasa de ganancia boyante y una dinámica de valorización saludable la economía capitalista se obstruye. Desaparece el paisaje de fondo necesario para la viabilidad del programa neokeynesiano o socialdemócrata. A ello hay que sumar el papel organizativo de la clase obrera, descompuesta por la competencia interna en tanto en cuanto mercancía fuerza de trabajo que lucha por ser vendida. El imperialismo, donde la centralización del capital y la formación de monopolios se compatibiliza con la competencia entre ramas de producción y la descentralización de la administración de gigantescas corporaciones, intensifica la intracompetencia y la fragmentación de la clase obrera. Es por ello que en la actualidad no se da ninguno de los factores necesarios que posibilite retornar a los años dorados del capitalismo, a su fase progresiva.

En los últimos cincuenta años se han dejado notar lo que el historiador Donald Sassoon denominó «síntomas mórbidos» Donald Sassoon, Síntomas mórbidos, Crítica, Barcelona, 2020.4; a saber, retroceso de la socialdemocracia tanto en resultados electorales como programáticamente. Una buena representación del dilema es una viñeta que representa a dos obreros charlando sobre las elecciones: el primero comenta que no va a votar, pues la izquierda nunca cumple sus promesas; el segundo arguye que él sí va a votar, para que la derecha no cumpla las suyas. Las preguntas que debiera hacerse la autoría de la viñeta, o aquellos que comparten su lógica, es ¿por qué la izquierda no cumple sus promesas? ¿por qué no realiza su programa más allá de cosmética y tibias reformas económicas?

En esta visión de túnel, que impide ver la panorámica de la acumulación capitalista a escala global y solo permite ver el corto plazo y el parlamento particular, la incapacidad de la izquierda socialdemócrata se reduce a un problema de «moderación», «traición», «desviación hacia el identitarismo», etc. Las consecuencias se convierten en las causas. Las llamadas izquierdas obvian lo estructural y afrontan la política como algo enteramente contingente. Abrazan todo tipo de fórmulas como la baza populista, invocan unidades imposibles, concentran su actividad política en el parlamentarismo e intentan resucitar un capitalismo pasado. Para ello exprimen a Gramsci, dan lustre a Laclau, corporativizan los movimientos sociales y se desdibujan en partidos atrapalotodo, aglutinando a los sectores más avanzados de la clase obrera en torno al Estado. Un Estado entendido como regulador del metabolismo social, como una institución neutral a la cual basta con capturar mediante un abordaje electoral. En general, se obvian las determinaciones históricas y se profundiza en la indefinición política, ideológica y organizativa.

IV. La vigencia de la Crítica de la Economía Política

Una de las ideas centrales de la crítica de la economía política marxista es la del dinero como la forma abstracta de propiedad capitalista por excelencia, como la encarnación del poder de esa propiedad; y por ello como el poder impersonal supremo que subordina la reproducción social a la reproducción ampliada de capital.

Las llamadas izquierdas no entenderían que el poder capitalista no se deriva de las formas institucionales o políticas en las que aparece, como el Estado o los bancos. El poder del dinero está institucionalizado en las relaciones sociales y políticas de un régimen de acumulación concreto. El poder social del dinero es el poder de mando sobre la plétora de mercancías que caracteriza al modo de producción capitalista, inclusive la mercancía fuerza de trabajo; es su fundamento, una forma de producción social definida por la apropiación de trabajo con base en la propiedad privada. Por ello, la subordinación de la sociedad al poder del dinero no es un mero síntoma de las fallas del régimen de acumulación, es la expresión permanente, no contingente, de la subordinación de la reproducción social a la reproducción del poder social del capital. De ahí que Marx nos advierta en el prólogo de El Capital que las figuras personales, los capitalistas o los obreros, deben entenderse en la medida en que son la «personificación de categorías económicas, portadores de determinadas relaciones sociales e intereses de clase».

La crítica de la economía política no es una crítica dialógica, de teoría contra teoría, de la teoría marxista contra la economía política clásica. Es una crítica ontológica, «un cañonazo dirigido a la cabeza de la burguesía»; es decir, un arma para destruir el entramado institucional, los fundamentos sociales del modo de producción capitalista. Así pues, las turbulencias financieras, la contradicción entre el formato liberal del Estado y la acumulación a escala global, el auge de las llamadas «nuevas derechas», la hipertensión interimperialista, etc. son los síntomas de una determinada constitución del metabolismo social. Solo abordando y analizando esos fundamentos metabólicos pueden abordarse proyectos y conformar sujetos políticos que en una determinada coyuntura puedan afrontar sus tareas revolucionarias. Si no, la clase obrera seguirá yendo a rebufo de los gurús, de (no tan) nuevas izquierdas y derechas, seguirá restringiendo su actividad política al marco constitucional del Estado, convirtiendo sus programas de máximos en programas de mínimos, conformándose con «correlaciones de fuerzas» eternamente desfavorables. Se conformará con la barbarie.

Notas:

  1. «Silicon Valley Bank collapses after failing to raise capital». Disponible aquí.
  2. «Remarks by FDIC Chairman Martin Gruenberg at the Institute of International Bankers». Disponible aquí.
  3. Jessop, Bob (2015). “Hard Cash, Easy Credit, Fictitious Capital: Critical Refleections on Money as a Fetishised Social Relation”, en Finance and Society, 1(1), p. 21.
  4. Donald Sassoon, Síntomas mórbidos, Crítica, Barcelona, 2020.