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A vueltas con el imperialismo ruso

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ECONOMÍA POLÍTICA, POLÍTICA

A vueltas con el imperialismo ruso

20/09/2024
18 min.

Aclaración del autor: La redacción original de este artículo es de enero de 2023 y ha sido sometido a revisión para ser actualizado. No obstante, sus tesis siguen vigentes y se han visto reforzadas por el desarrollo de la verdad en los hechos.

I. Introducción

Durante las siguientes líneas analizaremos las particularidades económicas, políticas y sociales que operan en Rusia, exponiendo con claridad por qué el gigante eurasiático es un Estado imperialista. Procuraremos observar la cuestión desde el materialismo histórico, esto es, aprehendiendo los diversos componentes de la realidad objetiva para estructurarlos de forma que puedan ofrecer una imagen concreta y diferenciada de consignas mecanicistas basadas en textos clásicos que, si bien han de ser tomados como referencia, no habrían de ser vistos como dogmas inamovibles frente a un mundo de procesos modulados por el movimiento universal de la materia. Asimismo, vamos a abordar la fenomenología —en tanto que realidad manifiesta en la conciencia— del antiimperialismo selectivo, es decir, el partidismo «antiimperialista» que toma forma contra unas potencias imperialistas ignorando el papel de otras, bien por simpatías —Rusia en el caso que abordamos— o como oposición mecánica a un imperialismo, el estadounidense-atlantista, históricamente enemigo de la Revolución socialista y los movimientos de liberación de la Periferia.

Otro artículo merecerían aquellos que se autodefinen progresistas y revolucionarios mientras alientan furibundamente a pertrechar a Ucrania para seguir librando una guerra donde difícilmente podrá vencer, minusvalorando que esto supondrá una continuidad de la carnicería y un aumento sustancial de la hegemonía del ultranacionalismo banderista en dicho país. Asimismo, cabría señalar la hipocresía supremacista y colonial de aquellos que, desde el bloque otanista, han chantajeado y boicoteado la actividad artística y profesional de ciudadanos rusos mediante la exigencia de críticas a su Gobierno con el fin de debilitar su imagen pública. De forma paradójica, ninguno de estos individuos e instituciones exigieron medidas contra artistas, deportistas, intelectuales o ciudadanos occidentales por el hecho de mantener silencio ante las habituales intervenciones imperialistas del bloque otanista, como en Afganistán, Irak, Libia, o ahora en Palestina. Sin embargo, si bien es necesario analizar en profundidad el imperialismo occidental y denunciarlo con la mayor firmeza, Véase, por ejemplo, el artículo «Un análisis leninista sobre la arquitectura imperialista de la Unión Europea», publicado en esta misma revista. 1 este artículo tiene otro propósito, por lo que no es el momento de profundizar en ello más allá de lo aquí expuesto.

II. ¿Qué hace de Rusia un país imperialista?

Bien por carecer de herramientas teóricas, datos y estadísticas, o por naturalizar el imperialismo por simple filia, muchos analistas sobre la materia pecan de mecanicistas al centrarse en nombrar una serie cerrada de rasgos para valorar si una potencia es imperialista o no, reduciendo sus conclusiones a una exposición de dogmas basados en un soporífero culto a los libros o, peor aún, en una suerte de moralismo enraizado en el más absoluto idealismo. En los círculos marxistas, la principal referencia utilizada para determinar si un Estado es imperialista se halla en El Imperialismo, Fase Superior del Capitalismo, del gran revolucionario ruso Lenin basada en El Capital Financiero, una obra maestra de Rudolf Hilferding mucho más amplia que el ensayo del bolchevique, pero que este supo enriquecer con enmiendas y aportaciones justas. La obra de Hilferding sirvió para facilitar los estudios —de Rosa Luxemburgo, Lenin y Bujarin entre otros— sobre cómo el metabolismo del capitalismo daba pie a un determinado desarrollo llegado a cierto punto histórico. Uno de los motivos que han impedido hacer de esta obra un clásico es el señalamiento de Hilferding como persona non grata por parte de la Komintern. En su obra, Lenin nos ofrece una breve definición basada en cinco rasgos que, a continuación, citaremos textualmente:

1) la concentración de la producción y del capital ha alcanzado un punto tan elevado de desarrollo, que ha creado los monopolios, decisivos en la vida económica; 2) la fusión del capital bancario con el industrial y la formación, sobre la base de este «capital financiero», de la oligarquía financiera; 3) la exportación de capital, a diferencia de la exportación de mercancías, adquiere una importancia excepcional; 4) la formación de asociaciones capitalistas monopolistas internacionales, que se reparten el mundo; y 5) la culminación del reparto territorial del mundo entre las grandes potencias capitalistas. Lenin, V. (1917). El imperialismo, fase superior del capitalismo. Editorial Progreso. 2

Y es aquí donde comienza el problema que vamos a abordar, pues muchos toman estos puntos del mismo modo que un talmudista atiende a su libro sagrado, esto es, realizando una interpretación dogmática de los textos y distanciándose de una búsqueda efectiva de la verdad en los hechos, es decir, una aproximación desde el movimiento aparente de la materia —sensible a simple vista— hasta aquello que es apreciable si nos sumergimos en su movimiento profundo. Uno de los errores de quienes observan la realidad de este modo mecanicista está en valorar como insoslayable el punto tres expuesto por Lenin en la cita anteriormente mencionada, atendiendo a una masiva exportación de capitales como requisito indispensable para señalar si un Estado es imperialista o no. En este artículo demostraremos que la oligarquía financiera rusa es exportadora de capitales y que opera dentro de los circuitos imperialistas internacionales, pero antes, pondremos en cuestión, a partir del mismo Lenin y su artículo El imperialismo y la escisión del socialismo, la necesidad de que un país exporte capitales para ser considerado imperialista, y es que algunos Estados completan e incluso sustituyen el poder del capital financiero más moderno mediante el monopolio de la fuerza militar, como fue el caso del Imperio Austrohúngaro, Japón, o la Rusia zarista. Justamente, atender al materialismo histórico como hizo Lenin permite identificar este tipo de particularidades evitando caer en definiciones mecánicas que no tienen en cuenta la innumerable cantidad de determinaciones operativas en el movimiento profundo de la materia, ese donde hay que hurgar para sacar conclusiones avanzadas. Veamos qué dice Lenin:

El último tercio del siglo XIX es un periodo de transición a una nueva época, a la época imperialista. Disfruta del monopolio no el capital financiero de una sola gran potencia, sino el de unas cuantas, muy pocas. (En el Japón y en Rusia, el monopolio de la fuerza militar, de un territorio inmenso o de facilidades especiales para despojar a los pueblos alógenos, a China, etc., completa y en parte sustituye el monopolio del capital financiero más moderno). De esta diferencia se deduce que el monopolio de Inglaterra pudo ser indiscutido durante decenios. En cambio, el monopolio del capital financiero actual se discute furiosamente; ha comenzado la época de las guerras imperialistas. Lenin, V. (1916). El imperialismo y la escisión del socialismo. Editorial Progreso. Las cursivas son mías. 3

Asimismo, cabría señalar que muchos entienden el imperialismo exclusivamente a partir de la fuerza militar, obviando la capacidad de los monopolios financieros de ciertos países para participar en el reparto del mundo a través de sus inversiones sin ser especialmente belicistas. Ejemplo de países imperialistas con un capital financiero altamente desarrollado donde el poder militar no es tan avanzado son los Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Finlandia, Noruega —poseedora del mayor fondo soberano del mundo— Suecia o Suiza. Fernández, R. (20 de septiembre, 2022). Fondos soberanos por activos a nivel mundial 2020. Statista. 4 Cabría indicar que Noruega forma parte de la OTAN desde su fundación, mientras que Suecia entró en marzo de 2023 y Finlandia formalizó en abril del mismo año su ingreso en lo que es, ni más ni menos, el brazo terrorista y armado del imperialismo occidental liderado por los Estados Unidos de América.

En el caso de Rusia, hablamos de un Estado dirigido por una oligarquía monopolista que exporta capitales a través de sus monopolios de forma tradicional o bien mediante mecanismos como la inversión de ida y vuelta —conocida en el mundo financiero como round-trip—. Dicha oligarquía se beneficia de empresas estatales, mixtas y privadas —9 de las top 15 rusas con activos en el extranjero son corporaciones privadas— con el fin de integrar países y capitales en su esfera de influencia post-soviética y más allá, apoyándose en asociaciones de capitalistas basadas en la relación semicolonial que hay entre Rusia y algunas antiguas repúblicas soviéticas. Conferencia de las Naciones Unidas Sobre Comercio y Desarrollo. (2019). World Investment Report 2019. 5 Cabe señalar que los diversos paquetes de sanciones impuestos por el bloque otanista han frenado sustancialmente la exportación de capitales de los monopolistas rusos, pues gran parte de sus inconmensurables fondos en el extranjero han sido bloqueados, mas esto no deja de ser una demostración objetiva de que los capitalistas rusos, empezando por el Banco Central de la Federación Rusa, han sido y son partícipes de las cadenas de explotación capitalista globales mediante la inversión extranjera directa.

Esto permite que oligarcas y monopolistas tengan una posición ventajosa capaz de auspiciar intervenciones militares para expandir sus intereses —o protegerlos en caso de ser amenazados por la intromisión de otros bloques imperialistas—. Georgia, Guinea Bissau, Kazajstán, Libia, Mali, Mozambique, República Centroafricana, República Democrática del Congo, Siria, Sudán, y más recientemente Ucrania, son ejemplos de este intervencionismo militar. En la mayoría de casos, las operaciones militares rusas en el extranjeto son ejecutadas a través de contratistas como la corporación Wagner Group, un grupo de mercenarios absorbido por las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa donde buena parte de los efectivos son neonazis como el difunto Dmitry Utkin; fallecido en un sospechoso accidente de avión junto al fundador de Wagner Group, Yevgueni Prigozhin, tras una intentona golpista a la tailandesa contra la cúpula militar rusa, esto es, un golpe donde una facción intenta deponer a los subalternos del «rey», aguardando a que este dé el visto bueno para instalar a los pretendientes en una nueva cúpula. Utkin fue un militar condecorado en varias ocasiones por Vladimir Putin, y solía mostrarse luciendo tatuajes con emblemas de las SS y el Tercer Reich. Entre sus funciones, estos grupos armados tienen la tarea de realizar operaciones militares en diversos escenarios bélicos, asegurar yacimientos donde los monopolios rusos extraen suculentos beneficios, o formar grupos paramilitares de contrainsurgencia que torturan y asesinan a miembros de organizaciones populares como activistas y sindicalistas. Todo ello sucede bajo el exhaustivo control del Kremlin, pues el propio Vladimir Putin ha asegurado en múltiples ocasiones que «las empresas militares privadas son una herramienta única en manos del Estado, por lo que no pueden realizar tareas sin estar atadas a él». Zakvasin, A. (25 de enero, 2018). «Elevaremos la imagen del país»: el fundador de la primera empresa militar privada rusa concedió una entrevista a RT. RT. 6 ¿Podríamos considerar la masacre de Moura, donde los mercenarios de Wagner Group y el Ejército de Mali asesinaron a más de 200 civiles, como una acción en defensa de los intereses del Estado ruso? ¿Los casi 100 civiles asesinados en Aïgbado (República Centroafricana) por parte de estos mercenarios son una cuestión estratégica para Rusia? ¿La violación de cientos de mujeres centroafricanas que ha generado terror entre las campesinas locales, ocasionando una reducción en el output agrícola debido a que temen salir de casa, es una política de Estado para Rusia? Las justificaciones que encontramos para estos crímenes recuerdan a las abyectas excusas que los genocidas del Pentágono cacarean en sus informes sobre daños colaterales en nombre de la sacrosanta seguridad nacional de los Estados Unidos de América.

Pese a que los datos económicos y las estadísticas de Rusia indican que sus corporaciones y bancos no están entre los más grandes del mundo, su poder proviene, principalmente, de ser una superpotencia militar, siendo la segunda más grande tras unos Estados Unidos de América a quienes también sigue en la venta mundial de armas. Los Estados Unidos de América tienen en sus manos un 37% del mercado mundial mientras que Rusia maneja un 20%, es decir, una quinta parte de las armas que se venden en el mundo son rusas. Antes de la guerra de Ucrania, la proporción de las inversiones en Rusia se situaba en un 86,3% propiedad rusa, un 7,3% propiedad extranjera, y un 6,4% en joint ventures. Chernova, V., Chernikov, S.U., Zobov, A., y Degtereva, E. (2019). “TNCs in Russia: Challenges and Opportunities” en Sergi, B.S., ed., Exploring the Future of Russia’s Economy and Markets: Towards Sustainable Economic Development. Bingley, UK: Emerald Publishing. 7 Asimismo, si analizamos el estado de salud de la economía rusa antes de la guerra de Ucrania podremos observar un país con una deuda pública inferior al 20% —hoy es menor—, sujeto a compromisos minúsculos con organismos internacionales que someten a los países dependientes bajo créditos-trampa destinados a controlarlos sin piedad, y con unas reservas de divisas de casi seiscientos mil millones de dólares que la harían el quinto mayor poseedor mundial. También cabría señalar que Rusia es uno de los grandes tenedores mundiales de oro, siendo también la quinta potencia en este sentido detrás de Francia, Italia, Alemania y los Estados Unidos, respectivamente. Si observamos los datos de la banca en Rusia veremos que, lejos de pertenecer a corporaciones extranjeras, también está en manos de inversores rusos pertenecientes a la oligarquía financiera local. En cuanto a la exportación de capitales, nos encontramos con que la clase corporativa de Rusia —país que ofrece pocas estadísticas oficiales— tiene mecanismos para realizar inversión extranjera directa tradicional del mismo modo que dispone de instrumentos para evitar tantos impuestos como sea posible cuando exporta capitales de vuelta a Rusia. Como ustedes podrán observar en la tabla abajo expuesta, Weiner, C. (2020). “Russian Multinational Direct Investment in East Central European Countries”, en Szunomár, A., ed., Emerging-Market Multinational Enterprises in East Central Europe. London: Palgrave Macmillan. 8 en años recientes, la inversión extranjera directa de los inversores rusos en paraísos fiscales y la de los inversores que operan desde esos mismos paraísos fiscales hacia Rusia era descomunal previamente a la guerra en Ucrania.

Asimismo, y por si fuera poco, los grandes monopolios extranjeros y Rusia han encontrado varios mecanismos para saltarse las sanciones, y estos van desde potenciar la inversión extranjera directa en países de la esfera post-soviética, Emiratos Árabes Unidos o China, hasta exportar e importar mercancías a través de terceros países como Kirguistán, que se ha convertido en un centro logístico para que muchas de las empresas que presumen de boicotear a Rusia sigan llenando los centros comerciales de dicho país con sus productos. En otras palabras y como demuestran las siguientes gráficas: los monopolistas rusos han relocalizado sus inversiones para eludir las sanciones del bloque otanista mientras que, al mismo tiempo, las grandes corporaciones de dicho bloque hegemónico hacen algo parecido, inundando los países vecinos de Rusia con productos que terminarán en el mercado ruso. Irwin-Hunt, I. (22 de mayo, 2024). Russian outward FDI goes sanctions-jumping into non-OECD countries. FDI Intelligence. 9

Los datos más recientes ofrecen ciertas dudas en lo relativo a la inversión extranjera directa de Rusia debido a las sanciones anteriormente citadas y el constante movimiento que opera en dicho contexto, pero la ineficacia de los diversos paquetes sancionadores ha quedado patente demostrando el poderío de la economía del país eurasiático, no solo porque se ha sobrepuesto sino porque ha sido capaz de ser resiliente y reorganizarse hacia el crecimiento en términos interanuales. En otras palabras: las sanciones han demostrado que Rusia está lejos de ser un país dependiente o semidependiente, ya que es capaz de alcanzar un notable crecimiento económico y llegar a niveles mínimos de paro —2,9 porcentual en noviembre de 2023— independientemente de su aparente desconexión del bloque otanista liderado por los Estados Unidos de América. Junto a la consolidación como proveedor de recursos naturales en los mercados asiáticos, la diversificación y la renovación de su industria armamentística están siendo clave para que el país eurasiático tome nuevas y exitosas orientaciones económicas. Basta analizar los valores históricos de la producción industrial rusa para entender que su reconversión está siendo exitosa.

En otras palabras y resumiendo: a pesar de las sanciones y el bloqueo de bienes y fondos por parte de sus rivales internacionales, la forma en la que los monopolistas rusos exportan capitales para evitar el pago de impuestos es invertir en Rusia desde paraísos fiscales o países de fuera de la OCDE, en tanto que buena parte de la inversión extranjera directa en Rusia es, real y efectivamente, inversión de monopolistas rusos en forma de round-tripping. Previamente a la guerra de Ucrania, algunos autores llegaban a considerar que el nivel de inversión extranjera directa en Rusia habría de ser valorado como un 50% inferior a las cifras públicas, pues realmente nos hallamos ante monopolistas rusos —asociados a capitales extranjeros— que invierten de vuelta en su país desde paraísos fiscales o terceros estados.

Estas formas de movimiento de capital hacen que los datos oficiales no permitan entender la magnitud de la exportación de capitales en –y desde– Rusia, sobre todo porque Rosstat dejó de intervenir en el balance de los anuarios vinculados a esta materia a partir de 2014. Dicha tarea fue asumida exclusivamente por el Banco Central de la Federación Rusa, institución que aplicó una nueva metodología estadística bajo recomendación de la OCDE y el FMI. Dicha interpretación de los datos es muy problemática, pues muestra los países inversores y receptores inmediatos obviando los intermediarios, lo cual oculta, como aquí se ha demostrado, la inmensidad de los capitales que los monopolistas rusos mueven en forma de round-trip, así como los que exportan, a través de estos intermediarios, a otros países. Algunos creen que esto es un síntoma de debilidad del Estado ruso, pero si analizamos cómo operan las grandes corporaciones a nivel mundial podremos ver que muchas de ellas evitan el pago de impuestos en sus países de origen operando en paraísos fiscales, como es el caso de empresas punteras en sus sectores como Apple, IBM, Ferrovial, Inditex, Microsoft, Mondelez, Pfizer, etc.

Otro de los elementos que caracteriza al imperialismo moderno es el uso de fuerza de trabajo inmigrante para abaratar la inversión en capital variable. Generalmente se trata de inmigrantes provenientes de antiguas colonias o países semi colonizados que realizan las tareas más pesadas en el proceso productivo. Esto mismo sucede en Rusia, donde se utiliza mano de obra de antiguas repúblicas soviéticas empobrecidas y sometidas bajo el poderío imperialista ruso como Armenia, Bielorrusia, Moldavia, Kazajstán, Kyrgyzstan, Tajikistan, Ucrania, etc. Cabría señalar que el racismo que muchos de estos inmigrantes sufren está fuera de control y, pese a las tibias medidas integradoras del Kremlin, el internacionalismo proletario y la fraternidad de los pueblos tan en boga en la URSS ha sido sustituido por un nacionalismo granruso en el que la no pertenencia a la etnia mayoritaria puede ser muy peligroso. Tal y como observó Marx hace siglo y medio al estudiar el caso irlandés, los capitalistas utilizan la inmigración como arma de doble filo frente al proletariado a medida que el capitalismo se desarrolla, primero depauperando los salarios y aumentando la explotación y, segundo, aprovechando dicha coyuntura para fomentar un estado de ánimo que desuna a los proletarios. Marx, K. (1870). Extracto de una comunicación confidencial. Editorial Progreso. 10

Hoy en día estamos viendo ante nuestros ojos el auge de las fuerzas reaccionarias en el mundo occidental y, particularmente, en Europa, auspiciados bajo los intereses de los capitales monopolistas europeos en competencia. Exactamente del mismo modo, en Rusia son sus capitalistas y oligarcas quienes ponen todo tipo de trabas para impedir que los proletarios se unan independientemente de su origen y descubrir que la principal contradicción no está entre trabajadores inmigrantes y nativos, sino entre estos y los parásitos que les explotan despiadadamente. Esta es, precisamente, una de tantas formas como lo superestructural se manifiesta dialécticamente en tanto que fenómeno derivado de la base, es decir, un sistema político oligárquico, nacionalista y reaccionario que oprime dentro y fuera de sus fronteras con el fin de justificar su reprodución en tanto que objetivación de un modelo económico concreto: el capitalismo en su fase imperialista.

III. El antiimperialismo selectivo

Tal y como indicamos al principio de este artículo, muchos autodenominados antiimperialistas han manifestado su apoyo al imperialismo ruso justificando y jaleando abusos y guerras donde los pueblos —empezando por el ruso— son utilizados como carne de cañón. El imperialismo es una realidad objetiva analizable desde múltiples condicionantes y determinaciones, y si profundizamos en ellos podremos ver que Rusia es una potencia imperialista con características particulares como las que pueden albergar gigantes como los Estados Unidos de América o imperialistas de segunda fila como España y los países escandinavos. Es precisamente un afán por observar de manera partidista la contradicción de Rusia con el imperialismo más belicoso y criminal de todos —el estadounidense— lo que lleva a muchos de estos autodenominados antiimperialistas a ser mecanicistas e idealizar a una potencia imperialista que atenta contra los pueblos del mundo —siendo el ruso el primero de todos— mediante la guerra y el saqueo neocolonial.

En muchos casos, su argumento es la supuesta necesidad de un mundo multipolar, y en otros se trata de una triste nostalgia por lo soviético que toma a Rusia por algo que no es. Paradójicamente, y pese a las evidentes pugnas entre el bloque otanista y el bloque ruso, es el mismo Vladimir Putin quien ha manifestado en múltiples ocasiones que pidió el ingreso de la Federación Rusa en la OTAN; ansiada aspiración del líder ruso que fue truncada por los Estados Unidos de América, pues jamás permitirían la presencia de un Estado que operase fuera de sus directrices y con la soberanía que supone tener el mayor arsenal nuclear del mundo. Asimismo, Vladimir Putin ofreció un pasillo aéreo a Estados Unidos y la OTAN para que realizaran operaciones aéreas en la guerra neocolonial de Afganistán; una guerra que devastó el país y que terminó tal y como empezó, esto es, con los talibanes en el poder. Curioso antiimperialismo el de aquel que pide su ingreso en la OTAN y la apoya en sus aventuras bélicas (!). Agencias. (25 de septiembre, 2001). Putin ofrece a Bush un pasillo para acceder a Afganistán. El Mundo. 11

Cabría señalar que, sin ser tan hegemónicos como la propaganda del bloque otanista, los medios propagandísticos rusos —especialmente RT— han hecho su labor mostrando contenido «contestatario» e hipócritamente crítico con un sistema del que Rusia participa en tanto que reproductora del modo de producción capitalista en su fase monopolista. Asimismo, la propuesta multilateralista que defienden no deja de ser un producto ajeno a los intereses del proletariado, y es que este no necesita que los imperialistas se equilibren entre sí para que ninguno sobresalga por encima del resto; el proletariado necesita la aniquilación total del imperialismo en todas sus formas y en todos los lugares. El capitalismo opera bajo una serie de leyes muy concretas, y el hecho de que unos capitalistas se impongan a otros no evitaría que la ley del valor ejerza todo su peso sobre las mercancías que el proletariado produce, ampliando la reproducción del Capital y, paulatinamente, metabolizando su desarrollo histórico hasta convertirse en una realidad cualitativamente superior como el imperialismo.

Actual y objetivamente, la guerra de Ucrania ha sido una piedra de toque para desenmascarar las posiciones de muchos autodenominados antiimperialistas. Lejos de regir sus propuestas por los principios del internacionalismo proletario denunciando esta conflagración como una guerra entre bloques imperialistas donde los proletarios —rusos y ucranianos— solo pueden perder, han tomado partido por el bloque imperialista ruso bajo la creencia de que el debilitamiento del imperialismo estadounidense supondría una eventual ventaja para el proletariado internacional; algo que la historia ha demostrado falso en eventos similares en el pasado. Sin embargo, la verdad en los hechos que el materialismo histórico permite desvelar demuestra que si no hay un proceso revolucionario que aspire a la toma del poder y lo dispute, la derrota de un bloque imperialista da pie a que el resto aprovechen dicha ocasión con el fin de hacerse con nuevos mercados y posiciones ventajosas en el escenario mundial, sustituyendo a un opresor por otro. Basta analizar cómo Rusia está alcanzando sus objetivos territoriales en Ucrania y la forma en la que EEUU ha conseguido desconectar —en parte— a la Unión Europea de su principal abastecedor energético para convertirse en su mayor proveedor, sustituyendo el barato gas de origen ruso por un producto más costoso y difícil de extraer.

Más allá de que el golpe banderista en Ucrania iniciado en 2013 sea un fenómeno azuzado por el imperialismo estadounidense y que el Estado ucraniano sea una entidad hegemonizada por fascistas que tienen como objetivo la sumisión o la desaparición material de todo lo cultural y étnicamente ruso en el país, la intervención rusa en Ucrania no se rige por el antiimperialismo ni la desnazificación que algunos intentan vender. Llama la atención que algunos autodeclarados antiimperialistas llamen «desnazificación» a la carnicería imperialista en este país títere del imperialismo estadounidense, cuando gran parte de los efectivos movilizados en operaciones rusas son abiertamente neonazis o bien comandados por otros neonazis como el difunto Dmitry Utkin. Peor aún es verles obviar que Rusia es un país con una gran cantidad de neonazis organizados y donde, fuera de un escenario bélico, más crímenes cometen contra minorías étnicas, personas LGTB o cualquiera que no pase por su reaccionario filtro. Rusia refugia a neonazis como el exagente de inteligencia contraterrorista del FBI Rinaldo Nizzaro, Makuch, B. (18 de octubre, 2022). He Founded an American Neo-Nazi Terror Group. But Will Rinaldo Nazzaro Ever Face US Justice?. Vice News 12 jefe del grupo terrorista The Base, quien ha llegado a ser invitado a ferias de seguridad por miembros de las autoridades de una Rusia desde donde coordina las operaciones de una de las organizaciones neonazis más peligrosas del mundo anglosajón. ¿Qué clase de desnazificación es aquella donde quienes mueren en el frente son proletarios secuestrados por los criminales del Gobierno ucraniano o civiles desarmados como los de Bucha? ¿Qué clase de desnazificación es aquella cuyo contingente «libertador» alberga a ultranacionalistas y neonazis entre sus comandantes?

IV. Una breve conclusión

A lo largo de este artículo hemos demostrado que, lejos de ser un país semidependiente o periférico sometido bajo el bloque otanista, Rusia es una potencia imperialista dirigida por una oligarquía que acapara el poder mediante grandes monopolios tanto en el ámbito económico como en el aspecto militar. El gigante eurasiático es un país que extiende su influencia más allá de sus fronteras gracias a estos monopolios, sometiendo a países de la esfera post-soviética a través de asociaciones capitalistas donde impone su fuerza e influencia y haciendo uso de despliegues militares a lo largo del globo para garantizar y ampliar los negocios de dichos monopolios. Como no puede ser de otro modo, los intereses de Rusia entran en contradicción con los del gran hegemón mundial, unos Estados Unidos de América que intentan aislar y acorralar a Moscú desde hace décadas ampliando la OTAN hasta prácticamente las puertas del Kremlin, tratando de ahogarla en sanciones y poniendo en su contra a sus socios comerciales. Dicho esto, que los Estados Unidos de América sean los principales instigadores de conflictos a nivel global —empezando por la guerra de Ucrania, iniciada en el Donbás en 2014, pero que tiene un largo historial previo de intervencionismo atlantista—, que intenten poner contra las cuerdas a Rusia convirtiendo Europa en un río revuelto donde ellos son los mayores pescadores, no debería significar, bajo ningún concepto, que quienes nos consideramos antiimperialistas tomemos partido por bloque alguno; menos aún cuando las principales víctimas de este conflicto son cientos de miles de proletarios muertos en trincheras heladas y bajo los escombros dejados por las bombas, o bien millones de refugiados sin esperanza de volver a sus hogares. Disponemos de herramientas adecuadas para analizar la realidad objetiva y no dejarnos llevar por dogmas o nostalgia alguna. Si queremos ser justos hemos de aventurarnos y denunciar al imperialismo en todas sus facetas sin importar que los acólitos de uno u otro bloque nos llamen equidistantes, otanistas o prorrusos, encasillándonos en el lado contrario de su trinchera por discrepar de sus consignas. Nuestra trinchera debe ser la de los pueblos del mundo y el proletariado; nunca la de aquellos que lo someten a la barbarie. La posición del antiimperialismo debe basarse en la hermandad entre los pueblos y su lucha contra los monopolios capitalistas que someten a la humanidad bajo la guerra y la opresión, aniquilando ecosistemas y poniendo al mundo entero al borde de una extinción total por una guerra termonuclear que podría suceder en cualquier momento.

Por muy lejos que pueda estar en el horizonte, la necesidad de una Revolución mundial es imperativa. Es por ello que servir de altavoz a un imperialismo frente a otro bajo discursos sobre multipolaridad en un mundo regido por el capitalismo y donde no tenemos capacidad para disputar el poder, es totalmente contradictorio con las necesidades del proletariado, y es que este solo podrá alcanzar la emancipación mediante sus propias herramientas, es decir, únicamente él y nadie más será responsable de tal fin. Por ello, supeditar nuestra acción a los intereses de los imperialistas, esperando que estos resuelvan nuestras aspiraciones en tanto que clase social, no solo es contraproducente sino una negligencia.

Notas:

  1. Véase, por ejemplo, el artículo «Un análisis leninista sobre la arquitectura imperialista de la Unión Europea», publicado en esta misma revista.
  2. Lenin, V. (1917). El imperialismo, fase superior del capitalismo. Editorial Progreso.
  3. Lenin, V. (1916). El imperialismo y la escisión del socialismo. Editorial Progreso. Las cursivas son mías.
  4. Fernández, R. (20 de septiembre, 2022). Fondos soberanos por activos a nivel mundial 2020. Statista.
  5. Conferencia de las Naciones Unidas Sobre Comercio y Desarrollo. (2019). World Investment Report 2019.
  6. Zakvasin, A. (25 de enero, 2018). «Elevaremos la imagen del país»: el fundador de la primera empresa militar privada rusa concedió una entrevista a RT. RT.
  7. Chernova, V., Chernikov, S.U., Zobov, A., y Degtereva, E. (2019). “TNCs in Russia: Challenges and Opportunities” en Sergi, B.S., ed., Exploring the Future of Russia’s Economy and Markets: Towards Sustainable Economic Development. Bingley, UK: Emerald Publishing.
  8. Weiner, C. (2020). “Russian Multinational Direct Investment in East Central European Countries”, en Szunomár, A., ed., Emerging-Market Multinational Enterprises in East Central Europe. London: Palgrave Macmillan.
  9. Irwin-Hunt, I. (22 de mayo, 2024). Russian outward FDI goes sanctions-jumping into non-OECD countries. FDI Intelligence.
  10. Marx, K. (1870). Extracto de una comunicación confidencial. Editorial Progreso.
  11. Agencias. (25 de septiembre, 2001). Putin ofrece a Bush un pasillo para acceder a Afganistán. El Mundo.
  12. Makuch, B. (18 de octubre, 2022). He Founded an American Neo-Nazi Terror Group. But Will Rinaldo Nazzaro Ever Face US Justice?. Vice News