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Contra el materialismo vulgar (II)

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FILOSOFÍA, HISTORIA

Contra el materialismo vulgar (II)

31/03/2023
13 min.

II. La categoría de lo ideal

«El defecto fundamental de todo el materialismo anterior —incluido el de Feuerbach— es que solo concibe las cosas, la realidad, la sensorialidad, bajo la forma de objeto o de contemplación, pero no como actividad sensorial humana, no como práctica, no de un modo subjetivo.»
—Karl Marx (I tesis sobre Feuerbach)

«No cabe duda de que podemos “reducir experimentalmente el pensamiento a los movimientos moleculares y químicos del cerebro, ¿pero acaso agotamos con ello la esencia del pensamiento?»
—Friedrich Engels (Dialéctica de la naturaleza)

«La idea de la transformación de lo ideal en real es profunda: muy importante para la historia. Pero también en la vida personal del hombre es evidente cuánta verdad hay en esto. Contra el materialismo vulgar.»
—V. I. Lenin (Cuadernos filosóficos)

1. El pensamiento y lo ideal

En una crítica anterior (03/03/2023) analicé el concepto de materia de la concepción materialista de la historia de Marx y Engels y la diferencié de la noción de materia propia de los materialistas vulgares. Dicha crítica se desarrolla en el presente artículo, y en esta ocasión se dirige a al concepto de pensamiento.

Para empezar, me permito sacar de nuevo a colación una cita de EngelsFriedrich Engels, Revolución y contrarrevolución en Alemania, en Obras escogidas en tres tomos, t. i, pp. 455 y 456.1 que permite introducir este debate: el viejo materialismo se basa en «la vieja manera metafísica de discurrir, hasta caer en la extrema vulgaridad… La angosta mentalidad filistea de los tiempos prekantianos vuelve a presentársenos, reproducida hasta la más extrema vulgaridad, en Büchner y Vogt; y hasta el propio Moleschott». Ahora sí, con respecto a Moleschott, Engels añade de forma lapidaria que este materialista vulgar «jura por Feuerbach, pero se pierde a cada momento, de un modo divertidísimo, entre las categorías más sencillas». Conviene señalar que la idea más conocida de Moleschott es precisamente: «el cerebro segrega el pensamiento como el hígado segrega la bilis». Pero, ¿qué hay de incorrecto en esta concepción del pensamiento?

Karl Marx se valió de la comprensión materialista del pensamiento para esclarecer y criticar el modo de producción capitalista. Tal es así, que uno no puede enfrentarse la esencia de la mercancía sin haber entendido previamente en qué consiste lo ideal (la conciencia social). Sin embargo, Marx nunca llegó a explicar qué es lo ideal en una obra independiente, sino que su singular concepto de lo ideal simplemente aparece en El Capital como el automovimiento de una categoría objetiva de la formación social capitalista.

Por la falta de una definición positiva de la categoría de lo ideal, el soviético Évald Iliénkov consagró gran parte de su trabajo teórico al estudio de lo ideal a través, en primer lugar, de los propios textos de MarxLa investigación de lo ideal alcanza la mayoría de la obra sobre lógica de Iliénkov, aunque destacan dos obras especialmente esclarecedoras y cuya lectura es sumamente recomendable: Dialéctica de lo abstracto y lo concreto en «El Capital» de Marx (ER Edithor, Quito: 2017 [1960]); y, muy especialmente, Dialéctica de lo ideal, disponible aquí. El avance de Iliénkov en la comprensión de lo ideal «es quizás su contribución más importante al desarrollo de la filosofía marxista», de acuerdo a D. Koilakou (KKE) (en «E. V. Iliénkov y la filosofía soviética», disponible aquí).2 y, en segundo lugar, de experimentos de carácter social y psicológico sobre los que en un futuro publicaremos en PARA LA VOZ. Además, si queremos introducir la categoría marxista de lo ideal, son necesarias las definiciones de otros pares categorialesEscribo «otros pares categoriales» porque el propio Iliénkov llegó a concebir que lo ideal (el espíritu) se podría entender como una categoría opuesta a la categoría de naturaleza (de tal modo que no solo el espíritu dependiera del despliegue de la materia, sino que también ocurriese a la inversa: la materia se entendería entonces como el desarrollo de un espíritu cosmológico). En cualquier caso, este no es el lugar para desarrollar —y someter a crítica— esta especulación de un joven y fantasmagórico Iliénkov.3 del modo de producción capitalista que sirvieron a Iliénkov para esclarecer la esencia de lo ideal: abstracto vs. concreto, subjetivo vs. objetivo, forma vs. contenido, materia vs. idea, materia vs. forma, etc. Sin embargo, para los fines de esta introducción, basta con conocer los dos siguientes pares categoriales, cuyas relaciones permiten desvelar, en esencia, qué es lo ideal: materia vs. idea y subjetivo vs. objetivo.

A. Materiales vs. Ideas

Lo material consiste, en general, en aquello que es anterior e independiente a las ideas (por ejemplo, el clima es material porque es una de las determinaciones de la idea de ocio). Por lo tanto, las ideas (la cultura, el espíritu) reflejan y refractan las distintas formas que adquiere la materia. Además, cierto tipo de relaciones sociales son materiales, en tanto son previas y dan origen a las ideas que la sociedad posee, en especial, a las ideas políticas (las ideas de Estado); estas relaciones sociales materiales constituyen el modo de producción social (producción, distribución, cambio y consumo de formas sociales, tanto materiales como espirituales). Por ejemplo, en una formación social esclavista —cuya producción material es predominantemente esclavista—, las ideas políticas son por principio esclavistas.

B. Objetos vs. Sujetos

El sujeto es siempre social y está dotado de conciencia y voluntad, mientras que el objeto es aquello opuesto al sujeto hacia lo que este dirige su actividad; por lo tanto, el sujeto y el objeto son cosas distintas. Al mismo tiempo, sujeto y objeto forman una unidad contradictoria (en este sentido, son idénticos); ya que el objeto ejerce su impronta en el sujeto (por ejemplo, la ausencia de alimentos afecta al sujeto) y, al mismo tiempo, el sujeto actúa a través del objeto y lo transforma (el cultivo de un prado para obtener alimentos). Por último, estas nuevas formas producidas socialmente sobre el objeto imponen una nueva determinación al sujeto (la necesidad de no pisar lo sembrado); por lo tanto, desde una perspectiva social, el sujeto y el objeto se conectan a través de un proceso continuo de objetivación de las fuerzas activas de los sujetos y subjetivación (o desobjetivación) de las formas producidas socialmente. Por lo tanto, podemos concluir que el sujeto es una determinación interna negativa del objeto, y viceversa.

2. Lo ideal como ideas objetivas

Iliénkov investiga lo ideal y sus descubrimientos son geniales. Ahora bien, con el propósito de allanar el terreno para las ulteriores explicaciones, la siguiente tabla de elaboración propia los presenta de forma vulgar (dogmática, esquemática, abstracta, pobre en determinaciones):

En primer lugar, como definición negativa, lo ideal es distinto a: (1) los cuerpos, relaciones y sistemas naturales, (2) el modo de producción, (3) el plano sensible (sensual, sensitivo o, mejor, empírico) de la conciencia subjetiva, y (5) el plano lógico-racional de la conciencia subjetiva.

Adviértase que las ideas (fila inferior) son tanto (4) un fenómeno objetivo (lo ideal, propiamente) como (5) subjetivo (la desobjetivación individual de lo ideal); en este sentido, existen dos géneros de objetos (columna intermedia): por un lado, los objetos materiales (ya sean cuerpos, relaciones o sistemas naturales o naturales-sociales), por otro lado, las relaciones espirituales objetivas (lo ideal). En consecuencia, la sociedad no se reduce a los individuos humanos (individualismo, subjetivismo), sino que la sociedad rebasa a los individuos y alcanza  —en forma de idealidad— a los objetos con los que interactuamos culturalmente: no solo una persona, también una mesa posee una forma social.

Asimismo, es importante considerar que la finalidad de este artículo dista mucho de explicar todas las posibles relaciones entre lo ideal y el resto de categorías sociales (entendidas aquí como elementos gnoseológicos); es decir, no me propongo establecer una historia de la experiencia de la conciencia de acuerdo al sistema de ideas marxista (a saber, una fenomenología materialista del espíritu), aunque es importante señalar que Iliénkov sí comenzó dicha tarea en las obras mencionadas. Para el propósito de la presente crítica al materialismo vulgar, basta con entender que el pensamiento no es (1) una segregación del cerebro (fisicalismo, biologicismo). Por el contrario, lo ideal (el pensamiento social) es ante todo un momento de la producción social. Pero, ¿cuál es exactamente la diferencia específica de lo ideal con respecto a otros aspectos de la producción social?

3. La definición de lo ideal

Lo ideal existe en la forma de los cuerpos idealizados (es decir, de los cuerpos que forman parte de la cultura) y, al mismo tiempo, lo ideal es una fuerza activa de dicha producción social porque dirige la actividad de los sujetos (desobjetivación y objetivación de ideas): «Al final del proceso de trabajo se obtiene un resultado que existía ya al comienzo del mismo en la imaginación del obrero en forma ideal».Karl Marx, El Capital, libro i-i, p. 242.4

El sujeto asimila lo ideal (subjetivación) a través de (3) los sentidos; es decir, una persona goza de la facultad de percibir lo ideal a través de la contemplación de los cuerpos idealizados. Una vez una idea es asimilada y reflejada (esto es, cuando llegamos a ser cultos con respecto a una idea), esta insufla en nosotros la necesidad de emplear de forma culta los cuerpos idealizados en cuyas formas se halla (es decir, esta idea ejerce sobre nosotros la determinación de actuar con un cuerpo en correspondencia con su función o significación social). Además, cuando un sujeto asimila más de una idea sobre un objeto, este conjunto de ideas determina orgánicamente su conciencia y voluntad con respecto al objeto. De este modo, lo ideal son los fines objetivos de la sociedad (su telos o teleología objetiva). Lo ideal existe objetivamente en las formas de los cuerpos materiales que pertenecen a la cultura (cuerpos idealizados) y, por esta razón, en ningún caso se reduce al contenido corpóreo de los mismos. Expresado de forma metafórica, cuando un sujeto observa (o percibe a través de cualquier otro sentido) un objeto de su cultura lo hace a través de los ojos de la sociedad (o de sus oídos, de su tacto, etc.).

Por lo tanto, lo ideal consta de (5) su correspondiente representación en la conciencia subjetiva.«Marx y Engels siempre entendieron por representación algo diferente a la retención en la memoria del individuo de las imágenes sensibles de las cosas. La representación desde el punto de vista de la gnoseología surge del individuo social, es una realidad, una vez más, social» (Évald V. Iliénkov, Dialéctica de lo abstracto y lo concreto en «El Capital» de Marx, p. 95).5 Sin embargo, lo ideal en su aspecto subjetivo surge únicamente como resultado de asimilar y reflejar ideas que existen con plena objetividad, ya que la idea es anterior a su simple representación mental o subjetiva (o, lo que es lo mismo, es anterior el espíritu al alma, la conciencia social a la conciencia individual, la ideología al ideologema, etc.).

De forma sintética, IliénkovÉvald V. Iliénkov, Dialéctica de lo ideal, p. 29.6 define lo ideal como «una relación de representación, en la que una cosa sensorialmente perceptible, sin dejar de ser ella misma, realiza el papel o la función de representante de otra cosa diferente, o más exactamente, de la naturaleza universal de esta otra cosa, o sea, de un “otro” no parecido a ella desde el punto de vista sensitivo-corporal y que al mismo tiempo, adquiere un nuevo plano de existencia».

Expresado con otras palabras, lo ideal consiste en que un cuerpo material (con forma y contenido propio) adopta una forma objetiva distinta, o bien propia de otro cuerpo, o bien propia de una relación entre dos o más cuerpos. Por lo tanto, lo ideal es la transfiguración social de la forma de un cuerpo: una forma que se sustituye por otra en una dimensión cultural plenamente objetiva. Por ejemplo, la forma ideal de una silla representa una relación de cuerpos, en la que una persona emplea otro cuerpo inanimado y rígido que posee cuatro patas para sentarse; y esta forma existe idealmente (socialmente) en todas y cada una de las sillas. Es igualmente posible, por lo demás, la existencia de cuerpos que sirvan de asiento sin poseer cuatro patas en los que, a pesar de ello, se perciba parcial y difusamente la representación ideal de una silla.

Los posibles ejemplos de fenómenos ideales son innumerables. Piénsese, por ejemplo, en la señalización del tráfico automovilístico: una persona suficientemente culta (con la mínima asimilación de cultura vial requerida) concentra su atención sobre la forma de una señal de tráfico (es decir, sobre determinados colores en una superficie circular) y contempla a través de ella la imposibilidad de que un coche pase de largo a otro coche por un carril izquierdo; es decir, la señal representa objetivamente otra cosa distinta a su propia materialidad corpórea, en particular, una relación entre dos vehículos, la carretera y la prohibición de adelantamiento. De igual modo, una bandera no consta solamente de un contenido material (tejido rectangular ondeante), sino que, al mismo tiempo, posee una forma con el significado social de un territorio estatal. Un dibujo de un oso representa a un oso de carne y hueso, una flor de lis representa a cierta familia real, una pluma representa la actividad de la escritura, un tenedor representa la actividad de comer, etc.

Naturalmente, una persona sin cultura no podrá contemplar la idea que objetivamente constituye la forma social de un objeto y, por lo tanto, no sabrá interactuar con el objeto en correspondencia con la sociedad. Y de un modo parecido ocurre con un representante de determinada cultura cuando se halla en una nueva atmósfera cultural ajena y distinta a la suya.

En rigor, una idea cualquiera (como la de puerta) existe objetivamente en los cuerpos que han sido idealizados con dicha idea (no sin cierta redundancia: la idea de puerta existe socialmente en la forma de todos los cuerpos materiales a los que nos referimos como puerta). Consiguientemente, quien observa la forma de estos objetos idealizados (quien contempla cualquier puerta) percibe la idea (la idea de puerta), que representa objetivamente otros cuerpos o relaciones de cuerpos (la posibilidad de pasar o bloquear el paso al interior de la habitación).

En otras palabras, lo ideal constituye la cultura espiritual de un pueblo, también llamada conciencia social. Por lo tanto, lo bueno, lo justo o lo bello —entre otras muchas ideas— componen orgánicamente lo ideal de una época histórica (el pensamiento o la conciencia social). Aunque también, como ya se ha señalado, podemos pensar en ideas más prosaicas, tales como la idea de silla, de ordenador, de palabra, de masculino, de femenino, etc.

Lo ideal se deduce del modo de producción material y domina la vida social porque las ideas determinan la conciencia y la voluntad de todo representante individual de cada formación social. Si se prefiere, lo mismo pero dicho a la inversa —desde la perspectiva del sujeto—, cada uno de los seres humanos que vivimos en sociedad consumimos un conjunto más o menos amplio de ideas y, en función de las mismas, decidimos actuar de un modo u otro.

3. El marxismo vulgar y lo ideal

Finalmente, si, como marxistas, admitiésemos que existe el modo de producción material pero negáramos al mismo tiempo la existencia de lo ideal, inmediatamente, estaríamos obligados a concluir que las formas de la conciencia social son subjetivas. Es decir, habría que aducir que los textos jurídicos, la sintaxis, las corrientes artísticas o los avances científicos viven en los sujetos, así como que el valor de cambio es subjetivo y los economistas vulgares estaban en lo cierto (subjetivismo); que la sociedad es un espejismo y que, en realidad, «no existe tal cosa, tan sólo individuos, hombres y mujeres» (como defendía la bruja inglesa, madre del neoliberalismo) (individualismo); que los valores estéticos y morales no son ideas objetivas e históricas, sino la simple apariencia de una búsqueda individualista del placer (utilitarismo); que no existe nada parecido a la enajenación, puesto que el sujeto existe en el sujeto (mecanicismo); que no hay tal fetichismo de las mercancía en el capitalismo y, por lo tanto, el mundo humano crece en razón directa a las mercancías producidas… En una palabra, para negar la existencia de lo ideal basta con rechazar el legado teórico de Karl Marx.

Notas:

  1. Friedrich Engels, Revolución y contrarrevolución en Alemania, en Obras escogidas en tres tomos, t. i, pp. 455 y 456.
  2. La investigación de lo ideal alcanza la mayoría de la obra sobre lógica de Iliénkov, aunque destacan dos obras especialmente esclarecedoras y cuya lectura es sumamente recomendable: Dialéctica de lo abstracto y lo concreto en «El Capital» de Marx (ER Edithor, Quito: 2017 [1960]); y, muy especialmente, Dialéctica de lo ideal, disponible aquí. El avance de Iliénkov en la comprensión de lo ideal «es quizás su contribución más importante al desarrollo de la filosofía marxista», de acuerdo a D. Koilakou (KKE) (en «E. V. Iliénkov y la filosofía soviética», disponible aquí).
  3. Escribo «otros pares categoriales» porque el propio Iliénkov llegó a concebir que lo ideal (el espíritu) se podría entender como una categoría opuesta a la categoría de naturaleza (de tal modo que no solo el espíritu dependiera del despliegue de la materia, sino que también ocurriese a la inversa: la materia se entendería entonces como el desarrollo de un espíritu cosmológico). En cualquier caso, este no es el lugar para desarrollar —y someter a crítica— esta especulación de un joven y fantasmagórico Iliénkov.
  4. Karl Marx, El Capital, libro i-i, p. 242.
  5. «Marx y Engels siempre entendieron por representación algo diferente a la retención en la memoria del individuo de las imágenes sensibles de las cosas. La representación desde el punto de vista de la gnoseología surge del individuo social, es una realidad, una vez más, social» (Évald V. Iliénkov, Dialéctica de lo abstracto y lo concreto en «El Capital» de Marx, p. 95).
  6. Évald V. Iliénkov, Dialéctica de lo ideal, p. 29.