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El Estado en tiempos de elecciones

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POLÍTICA

El Estado en tiempos de elecciones

12/07/2023
7 min.

I. La tribuna idealista del Estado actual

Decía Marx que la Historia Universal se repetía dos veces: la primera como tragedia y la segunda como farsa. ¡Qué lastimoso resulta tener que volver a darle la razón! La actual crisis generalizada del capital nos plantea un escenario similar que las generaciones pasadas ya conocen de sobra. Así, se ha sustituido el desastre de 2008 por el de 2020, a Zapatero por Sánchez, a Rajoy por Feijóo, de la reacción derechista a la traición izquierdista… De esta manera se reparten sus papeles los actores que reinterpretan una nueva edición del ya conocido espectáculo que resulta ser el Estado burgués; más específicamente, de aquel que conocemos como Estado del Bienestar.

A pesar de la trágica situación que tenemos entre manos, resulta imperativo no derramar lágrimas de cocodrilo por un sistema moribundo pero igual de amenazante para la supervivencia de la propia humanidad. En estos momentos, mi tarea pasa únicamente por esclarecer por qué el pilar de lo que antaño fue la joya del capital –el Estado del Bienestar– hoy yace malherido frente a las masas, siendo capaz únicamente de reclamarle a estas una última movilización multitudinaria, un último apoyo a unas políticas que solo terminan siendo discursos viejos de historias ya conocidas.

La derecha del capital enarbola la soberanía de una patria que no ha hecho más que legar al proletariado la esclavitud del trabajo asalariado, tan solo camuflado en el orgullo de un ideal nacionalista que es capaz de sublimar toda clase de injusticia social. Los nuevos guardianes del viejo liberalismo solo son capaces de mantener esa verborrea economicista propia de un suicida que ama más las fantasmagorías del mercado, el individuo y la propiedad privada que la propia vida humana. Por otro lado, ¿qué nos ofrece en el menú electoralista la noble izquierda de un sistema que dice odiar a la vez que colabora con él? Nada que lxs lectorxs no hayan oído repetidamente con anterioridad: legislación, reforma y solidaridad de palabra.

No habría de resultar extraña la situación que nos hemos encontrado, pues, acaso, ¿qué solución, qué otro medio de salvación podría encontrar el Estado burgués sino otra retórica que fuera capaz de abstraer su propia funcionalidad real de manera tan efectiva? Bienestar, gestión pública, justicia social, distribución fiscal, transparencia… Cientos son los términos que componen esta lista de regalos tan bonitos para una clase trabajadora tan desamparada, tan empobrecida, tan desprovista de órganos de organización independiente que velen por sus intereses históricos.

Honestamente, no debería resultarnos impropio afirmar que estos planteamientos redundan en el mismo error que cometen los liberales clásicos: hacer del Estado algo abstracto. La Folkhemmet [casa del pueblo, en sueco] a la que tanto nos han acostumbrado los voceros de la socialdemocracia y el oportunismo más populista ha vaciado de contenido al Estado, transformándolo en un mero agente ejecutor de decisiones políticas que busca aparentemente mejorar las condiciones sociales de una población determinada, especialmente en situaciones de emergencia.

Pareciera que se ha olvidado la razón histórica, el hilo temporal de la conformación del Estado actual, reducido a ser un fantasma colectivo bondadoso al que únicamente bastaría con otorgarle un gobierno de «izquierdas» para que verdaderamente pueda velar en pos de los intereses de la «mayoría». Mas, ¿dónde estaba el sacrosanto Estado del Bienestar cuando se reprimieron las huelgas del metal de Cádiz durante el noviembre de 2021? ¿Dónde estaba el Estado cuando cada día se ejecutaban más de 104 desahucios durante 2022? Pregunto y pregunto, y los portaestandartes del capital solo saben desviar la mirada a otros pormenores, a otros cuentos, a otros proyectos con tal de salvar sus puestos en la Administración Pública.

Se ha olvidado aquella famosa sentencia que afirmaba que «el Estado moderno, cualquiera que sea su forma, es una máquina esencialmente capitalista, es el Estado de los capitalistas, el capitalista colectivo ideal»Engels, F. ([1880] 2021), Del socialismo utópico al socialismo científico, Madrid, Akal, p. 101. 1. Se ha olvidado que el Estado ha consolidado el poder de la burguesía, tanto en los comités de empresa como en los Parlamentos (véase, por ejemplo, en España con las famosas «puertas giratorias» o las participaciones que controla la SEPI en empresas como Indra, tan afines a regímenes sanguinarios como Arabia Saudí o MarruecosVéase esta noticia sobre su vinculación conArabia Saudí o esta sobre Marruecos. 2; o en EE. UU. con la ayuda federal a la industria localVéase, por ejemplo,esta noticia. 3). Se ha olvidado que los propios defensores del intervencionismo estatal, como KeynesKeynes, J. M. ([1936] 2004), Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, Barcelona, RBA Coleccionables, p. 395. 4, no veían en él más que «el único medio practicable de evitar la destrucción total de las formas económicas existentes, como por ser condición del funcionamiento afortunado de la iniciativa individual». Se ha olvidado, en suma, que el Estado es el consejo de administración de la burguesía.

II. De la propia naturaleza del Estado

Los grupos políticos estatistas, esa vanguardia de aquello que falsamente se ha conocido como Estado del Bienestar, buscan solventar toda clase de crisis o catástrofes elaborando políticas que pueden parecer alternativas radicales, pero que siempre derivan inevitablemente en el más vago reformismo legal, erosionando completamente todo intento de cambios sociales, políticos o económicos verdaderamente transformadores. Pero, «para superar la depresión es necesario aumentar la rentabilidad del capital y al mismo tiempo acrecentar la producción más allá de los límites de formación de capital privado»Mattick, P. ([1969] 2013): Marx y Keynes. Los límites de la economía mixta, Ediciones Razón y Revolución, Buenos Aires, Biblioteca Militante, p. 62 5. Ningún programa, por mucho que huela a socialismo, ligado al Estado capitalista, contradice dicho modo de producción. Según MattickIbid., p. 188.6, «la crisis no puede ser eliminada por una reducción de la producción, o por un aumento en el consumoEl subconsumo es inherente al capitalismo, puesto que ni siquiera el Ingreso Mínimo Vital, el Salario Mínimo Interprofesional o la nueva reforma laboral han conseguido mejorar el bienestar general de la gente, como se puede observar eneste artículo. 7, o por la coordinación de ambos. Hacer esto último equivaldría a acabar con el sistema capitalista mismo».

La consolidación política de la burguesía en cada una de las actuales sociedades ha terminado por hacer del propio institucionalismo político su arma más poderosa. Paralela a la expansión del poderío de esta clase social, la agudización de las propias contradicciones del modo de producción que nos impone no ha hecho más que profundizarse, haciendo caer a ritmos más acelerados la propia tasa de ganancia general. Ganancia traída de la mano de la propia generación de plusvalía que resulta tan necesaria «para satisfacer las necesidades físicas de la producción social [capitalista] que se manifiesta por medio de la demanda social»Ibid. p. 220.8.

No es de extrañar que las imágenes posteriores que nos regala cada estallido de una burbuja inmobiliaria, cada quiebra sistemática de grandes firmas bancarias o cada cierre de innumerables empresas solo fuerza cada vez más al capital de realizar su propia actividad tras las fuerzas que es capaz de desplegar extraordinariamente cualquier Estado moderno. «El control de la plusvalía se convierte en algo esencial para la seguridad del capitalismo y la distribución de las ganancias se convierte en una incumbencia del gobierno»Idem.9.

El Estado oculta su identidad, pero su máscara es demasiado transparente para nosotros. ¿De qué nos sirve defender aquellos gobiernos que aplicaron programas nacionales tras la Segunda Guerra Mundial para reactivar la actividad económica si sus herederos son los mismos que ordenaron programas de austeridad después del masivo rescate al sistema financiero durante la crisis del 2008? ¡La lealtad de los traidores de la clase trabajadora al capital es, sin duda, una muy evidente por sí misma! La aplicación de prácticas aparentemente populares, como establecer impuestos puntuales a la banca o a las eléctricas, no tiene mayor justificación que la misma que han llevado consigo los bloques políticos así llamados neoliberales: la de crear un fondo adicional de recursos que sirvan de colchón para el capital privadoVéaseaquí. 10. Si el Estado promueve determinadas políticas, no por menos habría de recibir el capital un buen trozo de la tarta. ¿Reducción de jornada a cuatro horas diarias? Muy bien, dice la burguesía, pero que sea costeada por el propio bolsillo de los trabajadoresVéase, por ejemplo,esta noticia. 11. ¿Hay un conflicto internacional? Muy bien, festeja la burguesía, pero que sea una que nos haga de oroVéase, por ejemplo,esta noticia. 12. ¿Un banco central que regule las finanzas nacionales? Perfecto, brinda la burguesía, pero que sea un buen prestamista de última instancia que no dude en concedernos las mejores de las condiciones.

No obstante, para que esta cooperación entre los burgueses y los políticos sea posible, las políticas gubernamentales han de estar siempre sujetas «a las necesidades específicas de los grandes negocios. Pero las necesidades específicas de los grandes negocios contradicen las necesidades generales de la sociedad, y los conflictos sociales que surjan por ello se convertirán en conflictos acerca del papel del gobierno en los asuntos económicos, esto es, se convertirán en luchas políticas por el control del gobierno con objeto de restringir o ampliar sus intervenciones en la economía»Ibid., p. 279.13.

Y en esta situación nos encontramos amargamente, ante una división de opiniones y grupos a los que la democracia liberal nos acostumbra en pos de la frustración de todo intento de una organización independiente del proletariado. Una catástrofe absoluta, con una derecha que nos promete una reestructuración honesta de los gastos públicos, alardeando de ser los mejores militantes de aquello que se conoce como «equilibrio presupuestario», al mismo tiempo que promete ayudas impensables con un dinero que no va a tener. Y una izquierda que se ampara en la defensa de los desprotegidos a los que no tiene miedo de engañar nuevamente, impulsando mayores programas sociales que se quedan en el aire de sus palabras. Y, ¿qué nos piden para cumplir sus sueños? Los unos un orgullo por la dignidad de lo nacional impasible ante las actuales circunstancias que no poseen ni ellos, los otros un Frente Popular de paja oportunista que intenta infundir en la población una supuesta amenaza fascista que no saben señalar bien.

Fácil es reconocer la enemistad propia que nos habría de generar todos los discursos favorables a la ley del mercado más irregulado o a la propia austeridad económica, pero no resulta menos imperativo señalar ese otro gran rival que se levanta contra toda posible organización auténticamente afín a los intereses del proletariado. No menos enemigo nuestro ha de parecernos la socialdemocracia y el liberalismo más progresista que esteriliza toda actuación transformadora de nuestra clase. Y, más aún, es en tiempos de elecciones cuando más hemos de señalar con el dedo a aquellos cómplices que alimentan el flanco izquierdo del capital.

Si de estas palabras habría de quedarse algo sustancial en la mente de cualquiera de ustedes, que sea un principio, una guía programática que todo buen comunista ha de seguir de manera intransigente si queremos ver cumplido nuestro fin, aunque no sea tempranamente. Si así lo desean, véanlo como un imperativo categórico, pero no uno idealista y abstracto, sino uno de profundo contenido histórico que debemos cumplir: Actúa siempre de tal manera, de palabra y de hecho, que despiertes y refuerces la conciencia de clase de los trabajadores.

Notas:

  1. Engels, F. ([1880] 2021), Del socialismo utópico al socialismo científico, Madrid, Akal, p. 101.
  2. Véase esta noticia sobre su vinculación conArabia Saudí o esta sobre Marruecos.
  3. Véase, por ejemplo,esta noticia.
  4. Keynes, J. M. ([1936] 2004), Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, Barcelona, RBA Coleccionables, p. 395.
  5. Mattick, P. ([1969] 2013): Marx y Keynes. Los límites de la economía mixta, Ediciones Razón y Revolución, Buenos Aires, Biblioteca Militante, p. 62
  6. Ibid., p. 188.
  7. El subconsumo es inherente al capitalismo, puesto que ni siquiera el Ingreso Mínimo Vital, el Salario Mínimo Interprofesional o la nueva reforma laboral han conseguido mejorar el bienestar general de la gente, como se puede observar eneste artículo.
  8. Ibid. p. 220.
  9. Idem.
  10. Véaseaquí.
  11. Véase, por ejemplo,esta noticia.
  12. Véase, por ejemplo,esta noticia.
  13. Ibid., p. 279.