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Gorki y Lenin: postales de una amistad comunista

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HISTORIA

Gorki y Lenin: postales de una amistad comunista

08/12/2024
7 min.

Artículo liberado del «Número 2 de PARA LA VOZ: El materialismo militante de Lenin e Iliénkov». Puede adquirirse el número en físico escribiendo a contacto@paralavoz.com

Año Lenin es Año Gorki. Y Año Gorki es Año Lenin. El amor que se tenían como amigos y el respeto intelectual que cultivaron no les impidió chocar violentamente para luego volver a amarse como solo dos comunistas de su sensibilidad podrían hacerlo. Tal cual.

Repitámoslo: Año Lenin es Año Gorki. Por ello, en PARA LA VOZ hemos traducido el obituario que Gorki le dedicaría a su amigo Lenin por su muerte en enero de 1924, y lo publicamos, cien años más tarde, en una edición conjunta con Ediciones Mnemosyne. Este texto se publicó originalmente en fragmentos en el periódico inglés The Daily Herald y, posteriormente, se editó como un folleto ilustrado. Lejos de lo planteado por la socioliteratura anticomunista, Gorki presenta a Lenin como un camarada sensible y cercano. Aunque, bueno, todos somos algo mejores de lo que realmente fuimos cuando nos morimos. Eso también. Pero, sin duda, se amaban. Léase: «No ha habido hombre que merezca mejor ser recordado eternamente». El centenario de su muerte nos lleva a dedicarle este espacio de recuerdo eterno.

Pero, con esta excusa, ¿por qué no repasamos su relación? Aquí van, sin vocación exhaustiva, algunas de las fechas, las anécdotas, los encontronazos, lo manoseado de sus biografías entrelazadas y lo menos subrayado de sus trayectos vitales, léanse como postales:

—Por ejemplo, Gorki publica en 1908 el cuento La confesión. En él, trata de explicar que ser un buen cristiano no está reñido con ser un buen marxista, y que, de hecho, ni siquiera cristianismo y marxismo como maneras de mirar se contradicen. Lenin, enfadado, creía en la superación de Dios, y su amigo, el padre del realismo socialista, creía fervientemente en el maridaje religioso. En la biografía de Gorki encontramos ese paso de testigo de la fe que le hace su madre, pero luego una pérdida de la misma y una asunción de ideas revolucionarias. En una entrevista con Tolstói, el propio Tolstói le habría dicho: «Usted ha nacido creyente; no tiene que esforzarse en ser lo contrario de lo que es». “Gorki, Lenin y la búsqueda de Dios”, Cuadernos Hispanoamericanos. Núm. 64, abril 1955. Este es un texto de Vintilă Horia, escritor rumano que residiría y moriría en Madrid. Horia había escrito en revistas que loaban a Mussolini, era discípulo político del teórico ultraderechista Nichifor Crainic y fue acusado de introducir ideas fascistas en Rumanía. Pero antes había sido capturado por los nazis y llevado a los campos de concentración de Krummhübel y de Maria Pfarr. Con la liberación de los campos de concentración y exterminio, residiría y sería profesor en varios países, entre ellos la Argentina peronista y la España de Franco. 1

—A todo esto, ¿se imaginan ustedes a Tolstói, Gorki y Chéjov correteando por Gaspra (Crimea)? Por allí paseaban y se visitaban a menudo los tres. El pobre Tolstói hacía lo que podía, con 30 años más que los otros dos, ya nada jóvenes, en las barbas. Cuenta Natalia Ginzburg Ginzburg, N. (2006), Antón Chéjov, Acantilado. 2 tras leer los diarios de Gorki que este escribió una rara escena entre ellos. Estaban en un almendral «y Tolstói le preguntó a Chéjov si en su juventud había llevado una vida disoluta. Chéjov sonrió y “mesándose la barba rala” murmuró palabras ininteligibles. “Sin apartar la vista del mar –le dijo Tolstói–, yo era insaciable”».

—Una anotación más sobre la relación de estos tres que también relata Ginzburg: en esa época de encuentros, Tolstói anotaba en su diario: «Me siento feliz de amar a Gorki y a Chéjov». A todo esto, léase, por favor, en el obituario de Gorki a Lenin, el pasaje con Tolstói en el centro (concretamente en el centro de la mesa). Gorki recuerda a Lenin ocupado, sin poderse leer Guerra y paz, y cuando lo termina explica que le conmueve «su voz de campesino»: «Hasta este conde, no teníamos un verdadero campesino en nuestra literatura. Ni uno».

—Gorki había tenido que marchar tras la revolución de 1905 a Capri. Siete años estuvo allí, con sus treinta y muchos, mientras en Rusia despertaba una doble vía para llegar a Dios: por un lado, los «buscadores» que trataban de espiritualizar el marxismo, y de ellos y del influjo del romanticismo alemán, los «edificadores». Mientras los «buscadores» creen en el Dios tradicional y tratan de escribir un Tercer Testamento, los «edificadores» piensan que Dios aún no existe, pero existirá, será construido por la Humanidad. Será, por tanto, un Dios socialista. Un Dios que describe perfectamente Gorki en La confesión que tanto enfadará a Lenin.

—En sus años en Capri, Lenin visitará a Gorki. Allí, jugando al ajedrez, se les tomaría la ya histórica foto en la que Lenin parece 1) flipar con el último movimiento de Gorki; 2) chulearse por haberse comido una pieza a su contrincante cuando su contrincante menos se lo esperaba; 3) estar a punto de tirar el tablero por los aires de desesperación por no saber qué movimiento hacer.

—Sobre ello, una referencia: el libro Encuentro en Capri, del portugués Marcello Duarte Mathias. Se ha contado siempre lo que parece contarse en este ensayo literario sobre sus reuniones, que pese al amor desaforado que se rendían, mucho era lo que les separaba. También puede que esta sea una idea que flota en el relato antisoviético y anticomunista. Pero tomemos algunas frases que Duarte Mathias pone en boca de estos dos seres. Gorki hubiera dicho: «Todos queremos retener el tiempo. Lenin quiere acelerarlo». Sobre arte, sobre Beethoven, Gorki también pudo decir: «La salvación de los hombres no está en el arte, sino en la acción redentora que lo ilumine». Esta frase pertenece al baúl de esos recuerdos del relato anticomunista por el cual Lenin despreciaba a los intelectuales y no quería lidiar con los artistas ni tomarlos en cuenta para la Revolución. Aunque Gorki también pudo decir, según el autor portugués: «El arte es evasión, la política es compromiso». Sépase que es una especie de diario inventado. También sépase que el autor proviene de una familia de largo nombre y cargos en el Gobierno de Salazar, por si aparte de su interés intelectual en Gorki y Lenin, puede haber un sesgo en algún lado. 3 Esta tajante división entre arte y política sería, sin duda, una concepción muy curiosa por parte de un artista revolucionario como Gorki, que ya en 1906 había publicado La madre y que acabaría por pasar a la historia como el padre del realismo socialista.

—No hay riesgo de sonar repetitivo: el amor de Lenin por Gorki y de Gorki por Lenin es la política por los medios de la literatura. En Mi vida con Lenin, de Nadezhda K. Krúpskaya, recuperada tras 50 años por El Viejo Topo, la líder del Partido y luego esposa de Lenin cuenta como al principio creía que este era «un hombre de ciencia», pero luego descubrió la otra cara: «Conocí sus opiniones de la gente, observé la atención con que se fijaba en la vida y en las personas, y el hombre de carne y hueso eclipsó la imagen del que no tomaba nunca en las manos libros que hablasen de la vida humana».

—También por los textos de Krúpskaya sabemos que Lenin ponía cerca de su cama tanto a Hegel como a los clásicos rusos, Pushkin, Lérmontov o Nekrásov. Lenin amaba la literatura y había releído a Turguénev, aunque su favorito era Pushkin.

—Es posible que el amor de Lenin por la literatura fuese lo que le mantuvo unido a Gorki y Krúpskaya. Otra postal: antes de acudir a Capri tenían que lanzar Proletarii –órgano central ilegal del Partido–, y para el primer número le escribiría Lenin a Gorki una carta: «Todo está listo. Anunciaremos la publicación dentro de pocos días. Te hemos incluido como colaborador. Envíame unas pocas líneas y déjame saber si podrás escribir para los primeros números (algo semejante a las “Notas sobre el filisteísmo” en Novaya Zhizn, o extractos de la novela que estés escribiendo, etc.)».

—Lenin murió en una zona cerca de Moscú, en un pueblo llamado Gorki –Gorki Léninskiye, según su renombramiento–, para más inri.

Gorki creía en Lenin, y Lenin creía en Gorki. Por eso, con su muerte, Gorki escribió: «Para mí, Lenin es el héroe de una leyenda, un hombre que ha arrancado de su pecho su corazón ardiente para iluminar con su fuego el camino que nos aleja de nuestro caos actual, del pantano sangriento y traicionero del corrupto “arte de gobernar”».

Notas:

  1. “Gorki, Lenin y la búsqueda de Dios”, Cuadernos Hispanoamericanos. Núm. 64, abril 1955. Este es un texto de Vintilă Horia, escritor rumano que residiría y moriría en Madrid. Horia había escrito en revistas que loaban a Mussolini, era discípulo político del teórico ultraderechista Nichifor Crainic y fue acusado de introducir ideas fascistas en Rumanía. Pero antes había sido capturado por los nazis y llevado a los campos de concentración de Krummhübel y de Maria Pfarr. Con la liberación de los campos de concentración y exterminio, residiría y sería profesor en varios países, entre ellos la Argentina peronista y la España de Franco.
  2. Ginzburg, N. (2006), Antón Chéjov, Acantilado.
  3. Sépase que es una especie de diario inventado. También sépase que el autor proviene de una familia de largo nombre y cargos en el Gobierno de Salazar, por si aparte de su interés intelectual en Gorki y Lenin, puede haber un sesgo en algún lado.