I. Introducción
Hoy, como cada año, reivindicamos el Primero de Mayo, día internacional de la clase obrera. El año pasado publicamos, en esta misma fecha, un artículo editorial sobre arte, revolución y movimiento obrero, en el que situábamos algunas reflexiones en torno al arte como parte integrante del marxismo y realizábamos un breve repaso histórico del papel del arte en las luchas obreras y revolucionarias del siglo pasado. Este Primero de Mayo, sin embargo, queremos compartir algunas reflexiones y propuestas que, creemos, pueden ser de interés para la intervención marxista en el movimiento obrero.
Para ello, hacemos nuestras las palabras de Iliénkov cuando decía que «en forma de la economía política de El Capital, en forma de principios concretamente formulados de estrategia y táctica de la lucha del proletariado, en forma de comprensión teórica de la sujeción a leyes del proceso revolucionario» se encuentra la dialéctica materialista como método de investigación.En marzo publicamos en nuestra web el artículo«Introducción a la lógica dialéctica: el método de ascenso de lo abstracto a lo concreto», en el que se exponía, de manera introductoria, el método dialéctico utilizado por Marx, Engels y Lenin para el análisis de la formación social capitalista. 1 En ese sentido, nos esforzaremos por utilizar de la manera más correcta y coherente posible el método dialéctico marxista para elaborar algunas notas estratégicas que consideramos de interés en un contexto de rearticulación de las fuerzas comunistas y revolucionarias a nivel internacional. Con este editorial queremos, por tanto, desde la humildad y la honestidad, dar vida al método, mostrar su potencialidad revolucionaria, recuperarlo no como mera herramienta teórica pasiva, sino como aquella que permite, también, orientar la actividad política práctica de la lucha del proletariado.
II. Consejos, poder obrero y dictadura del proletariado
«Últimamente, las palabras “dictadura del proletariado” han vuelto a sumir en santo horror al filisteo socialdemócrata. Pues bien, caballeros, ¿queréis saber qué faz presenta esta dictadura? Mirad a la Comuna de París: ¡he ahí la dictadura del proletariado!». Así concluyó Engels su prefacio a la obra de Marx La guerra civil en Francia, en la que expone algunas cuestiones fundamentales sobre la forma política que debe asumir el poder obrero.
Hoy, por suerte, disponemos de una larga y rica historia de revoluciones y contrarrevoluciones que es necesario estudiar para extraer valiosas lecciones para el movimiento obrero. No entraremos, sin embargo, a hablar aquí del desarrollo histórico de la Unión Soviética y de todas sus complejidades; nos centraremos, más bien, en los aportes leninistas a esta cuestión.Aunque no dejaremos de mencionar que en esta revista se han publicado varios artículos que abordan algunos debates y entresijos de la historia soviética. Véase, por ejemplo,«El Lisitski y Maiakovski en el arte soviético: 100 años de Para la voz», «Pašukanis, la teoría del derecho y el marxismo (I): El debate en torno al derecho en la URSS», o «Una vindicación del Diamat: ¿Marxología o marxismo sistemático?». 2
En su «Tesis e Informe sobre la democracia burguesa y la dictadura del proletariado», presentado en el I Congreso de la III Internacional, Lenin explicó las enseñanzas de la Comuna de París. Dice que Marx, al investigarla en la obra antes citada:
mostró […] el carácter explotador de la democracia burguesa y del parlamentarismo burgués bajo los cuales las clases oprimidas tienen el derecho de decidir una vez cada determinado número de años qué miembros de las clases poseedoras han de «representar y aplastar» al pueblo en el Parlamento. Precisamente ahora, cuando el movimiento soviético, extendiéndose a todo el mundo, continúa a la vista de todos la causa de la Comuna, los traidores al socialismo olvidan la experiencia concreta y las enseñanzas concretas de la Comuna de París, repitiendo la vieja cantinela burguesa de la «democracia en general». La Comuna no fue una institución parlamentaria.
Lenin insiste en numerosas ocasiones en la diferencia fundamental entre la democracia burguesa (o dictadura de la burguesía, cuya forma más desarrollada es la república parlamentaria), de la democracia proletaria (o dictadura del proletariado, cuya forma política es el sistema de sóviets o consejos). Así se refería en su discurso de apertura al I Congreso de la Internacional:
El pueblo se da cuenta de la magnitud y alcance de su lucha empeñada en nuestros días. Hace falta solamente encontrar la forma práctica que permita al proletariado ejercer su dominio. Una forma así es el sistema soviético con la dictadura del proletariado. ¡La dictadura del proletariado!, palabras que hasta la fecha sonaban en latín para las masas. Merced a la propagación del sistema de los sóviets por todo el mundo, este latín se ha traducido a todas las lenguas modernas; las masas obreras han dado con la forma práctica de la dictadura. Las amplias masas obreras la comprenden gracias al Poder soviético instaurado en Rusia, gracias a los espartaquistas de Alemania y a organizaciones análogas de otros países, como los Shop Stewards Committees en Inglaterra, por ejemplo. Todo esto demuestra que se ha encontrado la forma revolucionaria de la dictadura del proletariado, que el proletariado está ahora en condiciones de aplicar en la práctica su dominio.
Tal es la concepción leninista de la «fase inferior» del comunismo: la dictadura del proletariado debe constituirse sobre la base de consejos obreros (sóviets)Aunque hagamos referencia solamente a consejos obreros, no podemos olvidar que en Rusia fueron también de campesinos y soldados y, en otros países como Alemania, de obreros y soldados. Es el estudio de las clases actuantes en el proceso revolucionario y sus posibles alianzas el que debe definir, en última instancia, el carácter de estos consejos, en cuyo centro debe estar, necesariamente, la clase obrera, como desarrollaremos más adelante. 3 arraigados a los centros de trabajo, centralizando en el sistema soviético las funciones legislativas, ejecutivas y judiciales, para, de este modo, vaciar definitivamente a las instituciones burguesas de contenido real y realizar el cambio de manos de poder de una clase a otra.
En su «Saludo a los obreros húngaros», texto escrito por Lenin al calor de la breve experiencia de la República Soviética de Hungría en 1919, que publicamos en una pequeña antología en el aniversario de la revolución, caracterizaba así a la dictadura del proletariado:
Su objetivo es construir el socialismo, suprimir la división de la sociedad en clases, convertir a todos los miembros de la sociedad en trabajadores, quitar el terreno a toda la explotación del hombre por el hombre. Este objetivo no puede alcanzarse de golpe; ello exige un período de transición bastante largo del capitalismo al socialismo, tanto porque reorganizar la producción es empresa difícil como porque se necesita tiempo para introducir cambios radicales en todos los dominios de la vida y porque la inmensa fuerza de la costumbre de dirigir la economía de modo pequeñoburgués y burgués solo puede superarse en una lucha larga y tenaz. Precisamente por eso habla Marx de todo un período de dictadura del proletariado como período de transición del capitalismo al socialismo.
No quisiéramos acabar este apartado, sin embargo, sin advertir que para Lenin los consejos no son, ni pueden ser, órganos permanentes de organización de la clase obrera en el seno mismo de las sociedades capitalistas; por el contrario, su mera existencia supone, necesariamente, el doble poder, la guerra civil, la lucha encarnizada del poder proletario y del poder burgués por la hegemonía. Es decir, no pueden existir consejos obreros que ejerzan verdaderamente su propio poder si no existe una situación revolucionaria; ellos mismos son causa y consecuencia de ella. Esto no significa, por cierto, que los consejos solo puedan surgir después del proceso revolucionario; en todo caso ocurre al revés. Es decir, si bien los consejos, al representar uno de los dos polos del poder dual (capital vs. socialismo), se encuentra en lucha y mutua exclusión con el Estado burgués, estos –los consejos– surgen asimismo sobre la base del modo de producción capitalista. Este es el fundamento de la dialéctica de la revolución.
En su breve pero profunda obra Lenin: Estudio sobre la coherencia de su pensamiento, Lukács estudia algunas de las cuestiones fundamentales del pensamiento leninista, y ello sobre la base de su propia experiencia y autocrítica del proceso revolucionario húngaro. Nos permitiremos citar, por tanto, el siguiente pasaje de Lukács que, en nuestra opinión, sintetiza de manera genial los planteamientos leninistas sobre la naturaleza y el papel de los consejos como órganos de lucha y de poder obrero:
Esta organización global de la clase obrera tiene que emprender la lucha –quiéralo o no– contra el aparato estatal de la burguesía. No hay elección posible: o los consejos proletarios desorganizan el aparato estatal burgués, o este corrompe a los consejos, reduciéndolos a una existencia meramente aparente, con lo que, en definitiva, los aniquila. Se crea una situación en la que o bien la burguesía consigue aplastar por vía contrarrevolucionaria los movimientos revolucionarios de masas, reestableciendo la situación «normal», el «orden», etc., o bien surge a partir de los consejos y de las organizaciones de lucha del proletariado su propia organización de dominio, su propio aparato estatal, un aparato que también es, a su vez, una organización de la lucha de clases. Los consejos obreros revelan ya en 1905, en sus formas iniciales y menos evolucionadas, etc., su carácter: son un contragobierno. En tanto que otros órganos de lucha de clases pueden todavía adaptarse tácticamente a una época de dominio indiscutible de la burguesía [como, por ejemplo, los sindicatos], pudiendo realizar un trabajo revolucionario en semejantes circunstancias, a la esencia del consejo obrero le pertenece el estar con el poder estatal de la burguesía en una relación de rivalidad, compitiendo con él como lo que es, es decir, un nuevo gobierno. De manera, pues, que cuando Martov reconoce a los consejos como órganos de lucha, negando paralelamente su condición de posible aparato estatal, no está haciendo en realidad otra cosa que alejar la revolución, la efectiva toma de poder del proletariado, de la teoría. Cuando algunos teóricos de extrema izquierda, por el contrario, convierten a los consejos en una permanente organización de clase del proletariado, pretendiendo que sustituyan a los sindicatos y al partido, están evidenciando que son incapaces de comprender la diferencia existente entre situaciones revolucionarias y no revolucionarias, y que no ven claramente la función verdadera de los consejos obreros. Sin saber que aunque la mera realización de la posibilidad concreta de los consejos obreros apunta más allá de la sociedad burguesa, es una perspectiva de la revolución proletaria (que el consejo debe, por tanto, ser continuamente difundido en el proletariado, y que el proletariado debe ser continuamente preparado para esta tarea), su existencia real –si no quiere ser una farsa– ya significa la lucha en serio por el poder del Estado, la guerra civil.Lukács, G. (2024), Lenin: Estudio sobre la coherencia de su pensamiento, Verso, pp. 94–95. Las cursivas son nuestras. 4
Hoy, dictadura del proletariado vuelve a sonar a latín entre las amplias masas trabajadoras, y es nuestro papel no solo ser capaces de explicar, de nuevo, su profundo significado, sino de demostrar, a través de la práctica militante, que efectivamente existe un horizonte posible en el que la dictadura del proletariado vuelva a ser una forma real de poder.
III. El Partido Comunista
Volver a hacer inteligibles conceptos como el de dictadura del proletariado es papel del Partido Comunista. Es este, entendido como el destacamento dirigente de la clase obrera revolucionaria, como su Estado Mayor en la lucha de clases, el que debe jugar un papel explicativo y educativo entre las amplias masas trabajadoras.
En el fundamento teórico de la concepción bolchevique de Partido está la relación entre espontaneidad y conciencia, que se funde, a su vez, en la necesidad de superar la conciencia fetichizada que se reproduce espontáneamente en la sociedad capitalista: tal es el momento didáctico del Partido Comunista como partido de vanguardia; si bien no es, evidentemente, su única determinación (no podemos olvidar su papel organizador y dirigente de la lucha política y militar).
Marx, en El Capital, desarrolla la cuestión del fetichismo de la mercancía no solamente en el célebre apartado homónimo al final del primer capítulo del primer tomo, sino también en muchas otras partes de su investigación como, por ejemplo, en el salario como forma de manifestación de una esencia oculta y contradictoria:
Las primeras [esto es, las formas de manifestación como, por ejemplo, el salario], se reproducen de manera directamente espontánea, como formas comunes y corrientes del pensar; el otro [su «trasfondo oscuro», es decir, su esencia] tiene primeramente que ser descubierto por la ciencia.Marx, K. (2021), El Capital. Libro primero, Siglo XXI, p. 626. 5
Por su parte, Iliénkov, en sus investigaciones sobre lo ideal, desarrolla de manera genial y consecuentemente materialista esta cuestión.El fetiche, en general, consiste en la identificación abstracta de dos cosas que son realmente distintas. En concreto, se toma socialmente como una y la misma cosa, por un lado, un objeto material (como una relación de producción) y, por otro lado, las formas ideales que la sociedad se ha creado sobre el mismo objeto. Por ejemplo, se concibe que el crucifijo o la hostia contienen a Dios, porque la idea fetichizada de Dios es indistinguible de esta clase de objetos; o que la mercancía contiene su valor en su propia materialidad corpórea (se identifica, de modo fetichizado, la forma ideal del valor con el cuerpo de la mercancía), en lugar de apreciar que el valor es una relación social material cuya forma —el valor de cambio— es por completo ideal. Sobre esta cuestión, recomendamos a modo de introducción el artículo «Contra el materialismo vulgar (II): La categoría de lo ideal», publicado en esta misma revista. 6 Aquí está el fundamento sobre el cual Lenin, en su famoso ¿Qué hacer?, desarrolla la dialéctica conciencia-espontaneísmo. A diferencia de ciertas críticas vulgares al leninismo, como si este concibiese el poder únicamente de manera coercitiva, el marxismo-leninismo funda su estrategia organizativa precisamente en la comprensión de la reproducción social espontánea que ocurre al transcurrir la vida en el orden social capitalista.
De aquí se desprende toda la concepción bolchevique del partido de nuevo tipo: la necesidad de la independencia política, ideológica y organizativa; la necesidad de construir un partido de cuadros, unificado y cohesionado; la necesidad de organizarse a través del centralismo democrático; la necesidad de intervenir activamente entre la clase y de crear y dirigir estructuras de masas; etc.
Al contrario de las críticas que plantean que el modelo bolchevique de partido tenía su sentido únicamente inserto en su especificidad social e histórica de la lucha revolucionaria bajo el Imperio Ruso y el parlamentarismo de Kérensky, la necesidad de este tipo avanzado de Partido Comunista fue demostrada a lo largo del siglo pasado en numerosas ocasiones, empezando por la derrota de las revoluciones alemanas de 1919-1924.En la introducción del artículo«¡A PESAR DE TODO! (Karl Liebknecht, 1919) y algunas lecciones de la derrota espartaquista», se aborda de manera sucinta esta cuestión, en particular en la relación entre Clase, Consejo y Partido. 7
El Partido, además, si bien debe, necesariamente, luchar contra el poder de cada Estado en cuanto elemento fundamental del dominio burgués, su proyección debe ser internacional. Cada Partido Comunista en cada país no es (no debe ser) sino la sección de la Internacional Comunista; de tal manera fue concebida la unión internacional de los trabajadores, que –con sus luces y sus sombras– constituye un referente único en la historia de nuestro movimiento.Se publicó, hace poco, el artículo«Apuntes sobre la Internacional Comunista», en el que se realiza una constructiva y documentada (auto)crítica de su trayectoria. 8
IV. La fusión del socialismo con la clase obrera: alianza social y hegemonía proletaria
En su polémica con los mencheviques, los bolcheviques insistieron en la necesidad de organizar el Partido en los centros de trabajo, particularmente en los que se concentraba el proletariado industrial, para garantizar la base social del partido y evitar, así, la «infiltración» de otras clases que pudiesen introducir, en el seno del Partido, la confusión ideológica (no por una cuestión de voluntad malvada de estas, sino precisamente por esa conciencia espontánea que hunde sus raíces en las condiciones materiales y en los intereses de clase). A propósito, es destacable que la misma disputa entre el tipo de organización territorial y el tipo de organización en el ámbito productivo se dio, muchos años más tarde y bajo nuevas formas, entre el eurocomunismo y el marxismo-leninismo.
Esto no quiere decir, evidentemente, que se deba renunciar al trabajo político en esferas no-productivas; por el contrario, se debe intervenir activamente en todos los espacios posibles, pero no de manera desordenada. Hay que establecer un orden de prioridad, hay que comprender la construcción partidaria en su temporalidad, lo que implica no solo conocer la historia del movimiento comunista y del pensamiento marxista, sino también el análisis de coyuntura del presente y, así, clarificar las tareas pendientes más inmediatas. Es en este sentido que se hace más necesario que nunca la conquista de los sectores proletarios para la causa del socialismo y, por tanto, se convierte en prioritaria la organización en los centros productivos; asegurar aquí el epicentro organizativo del Partido es lo que garantizará la composición y hegemonía de la clase obrera en su proyecto.
Hoy en día, muy a pesar de los que quieren dar por muerto al proletariado, este sigue creciendo en número. Y no hablamos solamente del proletariado industrial, que sigue siendo un actor muy relevante en el tejido productivo de los países occidentales, sino también del conjunto de la clase ocupada en otros sectores.Un interesante artículo que analiza la clase obrera industrial en España es«Crepúsculo de los bueyes: el proletariado no ha muerto». 9 De hecho, en las ramas industriales es donde generalmente ha sido más fuerte el sindicalismo, tanto por su tradición como por las condiciones objetivas de sus centros de trabajo. No por nada las luchas económicas más combativas y cohesionadas de los últimos años las han dado los trabajadores de estos sectores.
No se trata de hacer aquí apología abstracta al sindicalismo; lo que queremos es señalar que, a pesar del desprestigio y del papel oportunista que juegan hoy los sindicatos mayoritarios, hay muchos sectores de la clase organizados y dispuestos a luchar por sus condiciones de vida y de trabajo tanto dentro como fuera de estas estructuras de masas. Y donde la clase lucha, deben estar los comunistas para organizar, para dirigir, para educar –y para ser educados–; para introducir la conciencia socialista. Renunciar a intervenir entre nuestros compañeros de clase y de trabajo es renunciar a organizar la lucha. No existen ni pueden existir, hoy, organizaciones que sean, a la vez, espontáneas y comunistas, por lo que solo cabe influir en organizaciones (asociaciones, sindicatos y demás estructuras de masas) reales y, por tanto, «sucias» de ideologías conservadoras (incluida la socialdemócrata) y reaccionarias; se trata, como expresaba Celaya, de tomar partido hasta mancharnos.
Somos conscientes de que nuestros artículos no llegan a las amplias masas obreras, sino solamente a un reducido grupo de militantes, de estudiantes y de trabajadores interesados en el marxismo. El papel que juegan proyectos como este, por tanto, no es ni puede ser sustitutivo de la intervención activa y directa entre la clase.
Por otra parte, también es conocida la amplia y ágil política de alianzas de los bolcheviques desde su misma fundación. Existe una vasta bibliografía al respecto que ignora el fundamento de la táctica bolchevique de los compromisos y conceptualizan a Lenin como un «realista político» o, incluso, como un oportunista. Pero en la base de su política de alianzas, el leninismo no solo se fundamenta sobre el análisis de clase de cada coyuntura, sino sobre la unidad entre medios y fines. Escindir el horizonte de la revolución de su organización desde ya es caer en los brazos del clásico oportunismo bernsteiniano: la espera infinita e indeterminada del socialismo.
La táctica del Partido Comunista y de la clase obrera, por tanto, en la alianza social que esta debe tejer con otras clases y capas de la sociedad (como, por ejemplo, estudiantes, trabajadores autónomos, profesionales, pequeña burguesía que no explote fuerza de trabajo y que participe como un trabajador en los procesos productivos, sectores en proceso de proletarización…), debe fundamentarse, en primer lugar, por el fin político que persigue: la victoria de la revolución socialista. Es decir, del mismo modo que no puede haber una escisión entre fines y medios, tampoco lo puede haber entre estrategia y táctica. La táctica no es sino la realización práctica y coyuntural de la estrategia; es, de nuevo, el ascenso de lo abstracto a lo concreto, una transición de lo general a lo particular. Sobre esta base debe la clase obrera y su Partido tejer alianzas cuando sean necesarias.
Así pues, del mismo modo que el Partido debe organizarse necesariamente en los centros de trabajo y, en particular, en los grandes centros industriales, para garantizar su composición social y su carácter clasista, esta alianza social debe fundarse, necesariamente, en estos mismos centros de trabajo para garantizar que su hegemonía, esto es, la dirección política de esta alianza, recaiga sobre la propia clase obrera y no se vea esta arrastrada por los otros sectores sociales con los que se alía.
Esto no es, por cierto, una apología a la táctica frentepopulista de la III Internacional; sobre ello hemos publicado recientemente un artículo en el que se analiza críticamente esa misma táctica.De nuevo, véase«Apuntes sobre la Internacional Comunista». 10 Sin embargo, no podemos tampoco pensar que la única alternativa posible que se deriva de la crítica al frentepopulismo sea la de aislar a la clase obrera en su lucha, en una suerte de pureza clasista. Esta sería, en todo caso, una crítica meramente –o unilateralmente– negativa (piénsese, a propósito, sobre la significación de los obreros, campesinos y soldados en los originales consejos rusos). Como decíamos, la política de alianzas del Partido y de la clase no solo existe desde la fundación misma (y desde antes) de la fracción bolchevique del POSDR, sino que sigue siendo hoy necesaria. En ese sentido, hacer extensiva o trasplantar mecánicamente la crítica al frentepopulismo a cualquier otro tipo de política de alianzas es un error político que tiene su raíz en un análisis vulgar de la historia del movimiento comunista y del pensamiento marxista. La cuestión, por tanto, es definir cuál debe ser el fundamento de dicha alianza social y de la táctica adoptada por el proletariado en el transcurso de su lucha revolucionaria para ganarse los demás sectores a su causa o, por lo menos, neutralizarlos en los momentos decisivos de la lucha de clases.
V. Apuntes finales
Las líneas expuestas en este editorial, por lo generales que son, necesariamente son también de un cierto grado de abstracción. El modo en el que ello debe realizarse, transmutarse en práctica, es algo que excede en mucho la capacidad y la intencionalidad de este artículo. Sea como sea, ese proceso de concreción de la teoría es, a su vez, un proceso –de nuevo– de ascenso de lo abstracto a lo concreto. Aquí se pone de relieve, otra vez, la importancia del método, tal y como señalábamos en la introducción de este artículo. En ese sentido, la tarea de los marxistas hoy –como lo ha sido siempre– es la de concretar para nuestros tiempos las líneas generales de la estrategia y de la organización leninistas, enraizarlas en nuestras condiciones reales de existencia.
Pero, a pesar de la urgencia que nos impone esta época belicista, quisiéramos también hacer un llamado a no precipitarnos: es importante no solo volver sobre nuestros clásicos y estudiarlos en profundidad, sino también hacerlo sobre el conjunto de la historia del movimiento comunista y del pensamiento marxista. Es importante ser capaces de penetrar los densos y oscuros velos que nos dificultan estudiar con honestidad los distintos debates que se dieron tanto dentro como fuera de la URSS, así como las estrategias y tácticas adoptadas por los partidos comunistas. Sin dejar de intervenir, activamente y de manera militante, entre nuestra clase, tenemos sobre nuestros hombros no solo la titánica tarea de convertirnos en cuadros «prácticos», en organizadores y dirigentes (en tribunos populares, que diría Lenin), sino también la de estudiar en profundidad el conjunto de la historia y del desarrollo del marxismo para ser capaces, en nuestros días, de volver a traducir al lenguaje ordinario las palabras revolución, comunismo y dictadura del proletariado.
Notas:
- En marzo publicamos en nuestra web el artículo«Introducción a la lógica dialéctica: el método de ascenso de lo abstracto a lo concreto», en el que se exponía, de manera introductoria, el método dialéctico utilizado por Marx, Engels y Lenin para el análisis de la formación social capitalista.
- Aunque no dejaremos de mencionar que en esta revista se han publicado varios artículos que abordan algunos debates y entresijos de la historia soviética. Véase, por ejemplo,«El Lisitski y Maiakovski en el arte soviético: 100 años de Para la voz», «Pašukanis, la teoría del derecho y el marxismo (I): El debate en torno al derecho en la URSS», o «Una vindicación del Diamat: ¿Marxología o marxismo sistemático?».
- Aunque hagamos referencia solamente a consejos obreros, no podemos olvidar que en Rusia fueron también de campesinos y soldados y, en otros países como Alemania, de obreros y soldados. Es el estudio de las clases actuantes en el proceso revolucionario y sus posibles alianzas el que debe definir, en última instancia, el carácter de estos consejos, en cuyo centro debe estar, necesariamente, la clase obrera, como desarrollaremos más adelante.
- Lukács, G. (2024), Lenin: Estudio sobre la coherencia de su pensamiento, Verso, pp. 94–95. Las cursivas son nuestras.
- Marx, K. (2021), El Capital. Libro primero, Siglo XXI, p. 626.
- El fetiche, en general, consiste en la identificación abstracta de dos cosas que son realmente distintas. En concreto, se toma socialmente como una y la misma cosa, por un lado, un objeto material (como una relación de producción) y, por otro lado, las formas ideales que la sociedad se ha creado sobre el mismo objeto. Por ejemplo, se concibe que el crucifijo o la hostia contienen a Dios, porque la idea fetichizada de Dios es indistinguible de esta clase de objetos; o que la mercancía contiene su valor en su propia materialidad corpórea (se identifica, de modo fetichizado, la forma ideal del valor con el cuerpo de la mercancía), en lugar de apreciar que el valor es una relación social material cuya forma —el valor de cambio— es por completo ideal. Sobre esta cuestión, recomendamos a modo de introducción el artículo «Contra el materialismo vulgar (II): La categoría de lo ideal», publicado en esta misma revista.
- En la introducción del artículo«¡A PESAR DE TODO! (Karl Liebknecht, 1919) y algunas lecciones de la derrota espartaquista», se aborda de manera sucinta esta cuestión, en particular en la relación entre Clase, Consejo y Partido.
- Se publicó, hace poco, el artículo«Apuntes sobre la Internacional Comunista», en el que se realiza una constructiva y documentada (auto)crítica de su trayectoria.
- Un interesante artículo que analiza la clase obrera industrial en España es«Crepúsculo de los bueyes: el proletariado no ha muerto».
- De nuevo, véase«Apuntes sobre la Internacional Comunista».